jueves, 6 de agosto de 2009

Es algo angustioso vivir en un sistema tan colapsado como el capitalismo, en Argentina. La inflación es tan grande que una moneda de un peso es considerada inútil (tan inútil como para pagar el trabajo de los pibes de la calle). Diez pesos no rinden nada, y cien pesos se van del bolsillo con tal rapidez que uno no comprende como le ha costado tanto ganarlo, para gastarlo en un santiamén. Vivir para trabajar y trabajar hasta morir, es el lema actual que a nadie le gusta mas todos aceptan. Con los ojos cerrados, solo esperan la noche para apagar la conciencia. Y esto pareciera sucederle a todas las personas.
Mas bien no todos; digamos la verdad; quien no tiene trabajo y por lo tanto su situación es de exclusión social, y sus chicos no pueden acceder a la escuela porque no tienen ropas, ni están alimentados, ni las condiciones de la vida nunca los acompañaron en procesos de importante formación, entonces esta persona no esta conforme de vivir en un sistema donde quien tiene suerte y consigue un buen trabajo vive acorde a lo considerado normal, y quien por culpa del azar no obtiene un empleo digno, fijo ni bien remunerado, se arrastra peor que los perros en un mundo social que no demuestra comprensión humana. Es dura la realidad, pero más dura es para quien la vive en toda su crudeza. Es duro el frío y la lluvia, pero mas saben de ello quienes viven a la intemperie y no tienen con que cubrirse el torso. Es duro vivir, es verdad, pero mas duro es vivir sobreviviendo, como hoy en día lo hace un tercio de la población mundial.
¿Qué esta pasando? ¿Cómo sigue el sistema funcionando si es harto claro las consecuencias que trae para muchos, y los beneficios que tiene para pocos? ¿Cómo tanta gente que reconoce esta realidad no se esfuerza por cambiarla? ¿Cómo seguir viviendo de este modo si no se produce una modificación?
El dinero no rinde, estoy cansado de escucharlo y decirlo; estoy cansado de maldecir continuamente porque sin notarlo estoy lleno de rencor; vivir es injusto para quien no se las rebusca, y actualmente rebuscárselas ya no es tarea de vagos, sino de suertudos. La vida es una jungla donde el alimento no se puede cosechar, sino que es cosechado por multinacionales que solo le dan de comer a quien le aumenta su caudal. No busco rimar y si eso parece que se vaya todo a cagar; no podía creer hoy cuando me dieron cien pesos, la angustia que me hicieron agarrar. Prefería que me den diez pesos, y gastarlos sin dolor, sabiendo que con eso nada me iba a alcanzar. Con cien en cambio, uno ilusiona sus expectativas, planea en que invertirlo, elije entre una u otra cosa que desde hace tiempo desea conseguir, pero siempre termina perdiendo esa plata en nimiedades que no satisfacen al cuerpo ni al espíritu –dinero que solo satisface al sistema, que se lo traga de un bocado y sin eructo-.

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