sábado, 17 de septiembre de 2011

Un muelle extraño.

Caminaban bordeando la rambla; el mar, invisible, se agitaba en la oscuridad con una contundencia estremecedora. Olas pesadas parecían arrasar sin timing contra los pilares que mantenían vil al antiguo muelle de madera. Era una noche calma, la que atravesaban él y ella, que pernoctaban ocasionalmente, bordeando la rambla contra la que dormían mendigos, mujeres abandonadas con sus críos, contra la que se agrupaban pandilleros y trabajaban los profesionales del sexo, en la que los laberintos de viento zamarreaban toda la inmundicia que arrojaban los mundanos. A Martín le daba impresión llegar al muelle y avanzar sobre él, adentrándose en aquella desconocida oscuridad en la cual se atolondraba el salvaje rugido marino, bajo aquel muelle construido por los abuelos de Gimena.
-Acompáñame, necesito saludar a mi abuelo- suplicó Gimena, ante la resistencia de Martín. Habían caminado durante cuarenta y cinco horas bordeando las costas del atlántico desde Misiones hasta Buenos Aires, y ahora que llegaban a la entrada del entarimado de treinta metros, se paralizaba como un camaleón en defensa. Los estruendosos estallidos del oleaje, en medio de la completa falta de luz, le jugaban a Martín una mala pasada, quien creía que había riesgos de caer y ser sepultados para siempre fuera de la vista de cualquier ayuda, de ser comida de peces, en el mejor de los casos. Un miedo creciente iba adueñándose de su cuerpo, que estacado al piso, mantenía rígidas como zancos de platino sus piernas.
-Por favor- volvió a rogarle ella, que sin duda no había advertido que él se había orinado mesurada pero incontinentemente en los pantalones.
Sin alternativa, si no deseaba ser abandonado o engañado por esta mujer a la que amaba hace cinco años (pues había leído Freud, y este afirmaba que las mujeres insatisfechas sexualmente por sus parejas, o desenlazaban en una neurosis o en una infidelidad), debía apoyarla en su expedición. Así fue como Martín, tomándose con ambas manos primero una pierna, y luego la otra, fue levantándolas haciéndose dar continuados pasos, muy lentamente, cual si de hormigón estuviesen rellenas.
Gimena se emocionó de lograr que él avance, y sin poder contenerse al ver la estrella donde desde beba le indicaron descansa su abuelo, salió presurosa al galope hacia adentro, inmiscuyéndose en esa perceptualmente impenetrable ausencia de luz, que vulgarmente denominamos completa oscuridad. Martín intentó gritarle que lo aguarde, que no podía hacerlo solo, pero no le salió la voz. Él ya conocía de día el muelle, pero de noche nunca se había atrevido a pisarlo. En efecto, al no poder ver las tablas sobre las que avanzaba, tenía la certera sensación de que estas se movían más de lo normal, arriesgándolo a una precipitación inevitable. A cada estallido del agua bajo sus pies, sentía corresponderle un movimiento oscilante de las tablas. Además de esto, la distancia que había entre ellas parecía haberse agrandado; quizá faltarían algunas tablas, puesto que tenía que dar grandes zancadas para poder tantear, ciego y con cautela, donde asestar el próximo paso.
Habían pasado dos horas cuando despabilándose del miedo, recordó a Gimena. ¿Dónde estaba ella? Él llevaba recorrido unos insignificantes dos metros, es decir que le faltaba todavía el noventa y tres por ciento del muelle, operación que entonces consideró definitivamente fracasada. Pero como cayendo victima de su propia reacción panicosa, no pudo hacer ni un solo movimiento más hacia lado alguno. “Gimena” gritó, pero un vacío remoto devolvió un eco que sonaba a muerte. Titubeó, pero volvió a llamarla: “Gimena”, y esta vez, el eco fue interrumpido por un rugído de cocodrilo.
En efecto en la zona habitaban los Cocones, especie de cocodrilo nativo del Río de la plata, descendientes directos de los que habitan en el río Limay y que como consecuencia de los productos ecológicos arrojados al agua por la papelera ubicada en Fray Bentos, han mutado y han sustituido la larga cola por plumas, y las antiguas enormes mandíbulas por dos pincitas del tamaño de una termita. Por lo demás tenían en estómago de cuatro metros (antes tan solo cincuenta centímetros) por lo que podían devorar hasta diez personas sin masticar, de un solo trago, y sin vino. El rugido se oyó oscilando entre las incesantes ondas aguadas en alguna parte de ese mar turbulento. La luna nueva, completamente, no brindaba ni un destello de luz. Tan oscuro estaba todo que martín debió tocarse los ojos para confirmar que los tenía abiertos. También se tocó el rostro, para saber que no era todo un sueño, y como iracunda señal irónica, como para terminar de despistarse, oyó con trémulo un grito horroroso de ella, sin discernir su procedencia, con lo que quedó sagazmente petrificado como una estatua de bronce construida por el mismísimo Jaroslav Rona, el que hizo el homenaje a uno de los mejores de todos los literatos, y colocó la obra en la ciudad de Praga.
¿Qué pasaba con Gimena? ¿Dónde estaba? El sospechaba desde principio la peligrosidad de ese muelle. ¿Por qué había aceptado ingresar? Intentó gritar su nombre, para ubicarla, pero cualquier intento se transformaba en profunda angustia que desgarraban su corazón y empilchaba de lágrimas sus ojos grises, que solo se limitaban a acaudalar la amplia afluencia de lagrimas, que entre las tablas, caían de a chorros directo al mar, haciendo que ascienda su nivel rápidamente.
Si los pilares separaban la cima del muelle a dos metros del agua, en media hora Martín consiguió que el agua llegue a estar a solo veinte centímetros de las tablas. El oleaje continuaba, ahora más bravo, y él que no podía moverse. Sentía la efervescencia de la espuma subir hasta traspasar las tablas, llenándole de sal las zapatillas, al par que las gotas expulsadas de las colisiones le bañaban el rostro tieso, en el que los ojos rígidos se posicionaban como gendarmes en un desfile, sobre su mandíbula contraída cual subversivo picaneado. Los brazos en jarra, y una pierna detrás de la otra (tal como había quedado congelado al escuchar el grito de su amada, mientras avanzaba) pese a que podía pensar y nada cohersionaba el fluir de sus ideas dentro de su carne cerebral, no tenía voluntad alguna sobre su cuerpo que parecía responder a ordenes paralizantes del más allá, quizá, del beatísimo Juan Pablo II, honorable encubridor de pedófilos.
-Esta es su desgracia- pensó Martín, mezclando la pedofilia, con la histeria de conversión-. Me ha dado por conversionar- agregó al diccionario psiquiátrico, mientras analizaba su situación actual. Presa de las peores petrificaciones de su vida, victima de sus lágrimas y fácilmente asequible a un océano que acrecentaba su talla con el correr de su llanto en el tiempo, Martín terminó por perder la continencia anal, expulsando todo el alimento procesado previamente ingerido, o sencillamente hablando, cagándose encima de miedo. Los pantalones se inflaron sobre el calzoncillo, que se llenó de caca, y cuando estos estallaron, ya no aguantando los kilos de materia, los residuos de su propiedad alcanzaron por entero a los transeúntes que rondaban hasta a doscientos metros por la rambla. Pero felizmente esta descarga lo hizo volar por los aires, caer sobre las tablas del muelle quince metros más adelante, y como despojándolo de cualquier posesión, pudo ponerse de pié, y ya sin espíritus malignos dentro, avanzar hasta la punta del muelle, desde la que se puso a llamar a Gimena. Pero esta, entre bataholas, no respondía. Repentinamente el mar lanzó un eructo de satisfacción, con lo que informó que la había devorado. O así lo reconoció Martín, que de comunicación marina sabía bastante poco, y calló arrodillado contra las barandas, sobre las que apoyó sus manos y entre las que hundió su rostro, llorando por desconsuelo pero más todavía por incertidumbre.
Pero no había mucho que esperar, y por más que pidió explicaciones al cielo y al océano, ambos dos se limitaron con su inexpresiva sabiduría a omitir cualquier tipo de información.
Estaba secándose las lagrimas y los mocos con una bolsa de nylon –era lo único que tenía en el bolsillo-, cuando de reojo vió una sombra pasar detrás de él. Se volteó, y sintió la presencia de alguien alejarse. No llegó a verlo, pero el ruido de los pasos y el contorno indistinto de una energía humana, le anunciaron que no erraba en su percepción. Confirmó sus supuestos el hecho de que a los pocos metros ese alguien tropezó, golpeó la cabeza contra un banquito mal ubicado, y lanzó un “¡Auch!” que ahogó en su propia valentía para no hacerse oír.
Los nervios de Martín se crisparon de tal modo que sin dudarlo, salió a la carrera tras esta entidad con el fin de atraparlo. Si alguien había arrojado a Gimena al agua, si era posible que haya sucedido eso, solo podía tratarse de ese. Nadie más había en el muelle, o así parecía.

Un enorme barco pesquero en medio del océano, que estaba tan lejos que las luces se unificaban en una sola y pequeña, parecía avanzar del este al oeste. Pero esta percepción no fue más que un yero en los atrofiados sentidos de Martín, que agotado de esforzarse en medio de aquella tétrica aluminosidad, ya no distinguían entre realidad y alucinación. En efecto el barco se desplazaba en sentido contrario. No obstante siguió convencido de que alguien acababa de salir a hurtadillas del muelle; ¿o también era esto un delirio? ¿Y Gimena, dónde estaba Gimena? Por lo demás, aunque el desconocimiento del verdadero rumbo del barco logró distraerlo, empeñándose en descifrar el enigma, no reparó mucho más en eso dada la concentración que para avanzar a velocidad sobre el muelle necesitaba, y que la certeza de conocer el rumbo cierto de aquel flotante tampoco le cambiaría las cosas sustancialmente.

Sin respuestas llegó a la entrada del muelle, donde conecta con la rambla, y se encontró, para su sorpresa, frente a todos los afectados por su explosión anal. Eran entre veinte y treinta personas, y por su aspecto asesino requerían explicaciones que Martín en ese estado no pudo dar. Estaban todos despeinados por la onda expansiva, y sobre sus cabellos alargados, como sobre sus rostros, manos, piernas (quienes llevaban malla o pollera), pies, y la ropa de los afectados, predominaba un marrón oscuro con cuerpo y olor, untado con delicadeza sobre cada rincón de sus cuerpos, y él se asombró de que un sorete pudiese desparramarse tan bien sobre una superficie humana. “O quizá fue el Fernet” dedujo asociando en cuestión de instantes la modalidad de distribución sobre las personas con la densidad de la caca, por lo que infirió se trataba de un pensamiento reflejo. ¡Y se alegró de tener reflejos tan intelectuales!
Intentó aclarar los hechos, avisar la desaparición de Gimena, con quien “iba a tener dos hijos y una hermosa casa; el perro lo llamarían Blafun, porque ella amaba este personaje de Animé”, que habían ido al muelle a ver a su abuelo que reposaba sobre una estrella visible desde la tierra, así como también del presunto hombre que pasó por detrás de él, sigilosamente, en medio de la oscuridad, y que posiblemente habría sido quien arrojó a su amada (lo del barco dudo en contarlo, pues pensó que no les incumbiría; además eso podían verlo por sí mismos, era lo único que permanecía flotando en el oceano. ¿O no? Se dio vuelta para cerciorarse y la lucecita naufragante ya no estaba)… pero nada de todo esto llegó a decir, sino que lo pensó, y cuando lo intentó, entre sus balbuceadas atolondradas y sin sentido apenas si pudo diferenciarse un gemido de una vociferación, una gota de un hilo de saliva. Culminaba la obra que tanto irritaba a los demás, el que martín tenía el culo al aire, pues el estallido apenas le había dejado las bocamangas debajo de las rodillas. Enfurecidos, los –literalmente- cagados, levantando a Martín como si de un campeón se tratase, y como si lo hubieran planificado previamente o estarían motivados por la pasión que despertaba su admiración al líder, lo llevaron en brazos, haciéndolo dar saltos olímpicos, hasta la punta del muelle, desde la que lo arrojaron al agua mientras maldecían sus últimos momentos de vuelo. Afortunadamente un clavado espectacular basto para cortar el agua como con una navaja. Lo único que chocó sin aerodinámia fue el dedo gordo del píe, que grandote y cabezón, y contraído por un calambre, se salió del eje en el momento menos preciso, con lo que el agua se enojó y empacada, se resistió a dejarlo entrar así como así, apretándose contra él para que arda. Pero la suave textura de la uña esculpida y trabajada de Martín absorbió, por lo demás, la resistencia del agua, y permitió un ingreso de fantasía del dedo gordo del pié derecho, que Meolance o cualquier nadador hubiera envidiado de haberlo visto.
Lo arrojaron al agua. Pero el nivel del mar todavía estaba alto, mitad salado y mitad dulce lágrima, por lo que no le costó nada absolutamente tomarse del muelle y volver a subir, eso sí, desfachatado y pusilánime como un gato mojado, o como un genocida sumiso que al momento de ser juzgado, suplica respeten sus derechos humanos, sean compasivos como él lo fue con sus victimas, y se arroja al suelo pataleando para conseguir la simpatía de la gente, eximirse y quedar absuelto. Sacó del bolsillo la bolsa con que se había secado las lágrimas, que no solo estaba completa de agua, sino que dentro le nadaban un par de peces. Pensó en arrojarlos al mar, con bolsa y todo, pero reconoció que por como se venía dando la jornada, y las complicaciones que tendría al otro día haciendo denuncias y trámites por la desaparición de Gimena, sería tan apremiante que no tendría tiempo de comer, por lo que era buena reserva esa de los peces frescos. Para que no sufran, dejó la bolsa completa de agua, y se la colgó como un collar. “Soy muy original” respondería ante las eventuales burlas en el juzgado, la comisaría, o los transeúntes que divagan sin sentido, y son felices en cuanto ven una anomalía o algo de otro que les llama la atención, y que no dudan en utilizar como carnaza.
Por cierto, él estaba mucho más limpio que todos los que lo habían botado al agua, que aún rencorosos, estaban construyendo una barrera de alambre en la entrada al muelle, para dejarlo encerrado, y por si fuera poco, llamaron a algunas desempleadas, otrora lloronas de oficio, para que terminen de hacer subir el nivel del mar, y que Martín se ahogue como las victimas que ha lo largo de la historia perecieron durante la aplicación de la técnica de tortura llamada el “submarino”.

viernes, 9 de septiembre de 2011

EE.UU siempre el mismo tirano.

¿A alguien le quedan dudas de que detrás del ataque de los rebeldes al régimen de Al Gadafi –en Libia- Estados Unidos tiene importantísimos intereses? ¿Alguien duda de que a los rebeldes, muchísimas de las armas con que están triunfando en la guerra, les sean enviadas por EE.UU.? ¿Qué los panfletos que lanzan están subvencionados por EE.UU., y que CNN, entre otros medios de comunicación, colaboran informativamente en la destitución del presidente Libio?
Recientemente (hoy a la noche: 24/8/2011) una periodista de CNN ya hablaba de toda la plata que EE.UU. va a inyectar en Libia para generar un gobierno democrático. Unos mil millones de dólares. También ya hablaban de lo que sucederá con el petróleo. ¿Qué seguimos dudando?
Es cierto que Francia y gran Bretaña también hacen presión pues quieren su parte, pero centrémosnos en el antiquísimo imperialista.
I

Para comprender por qué EE-UU se mete en asuntos que no le corresponden, puede compararse esta acción con la liberada en la guerra contra Irak el 20 de marzo de 2003, que no ha sido nunca aclarada, ni los argumentos presentados por Bush –presidente del imperio invasor- como motivo del ataque han resultado convincentes. Al contrario, demostraron una hipocresía absoluta.
En la enciclopedia Wikipedia, dice respecto al ataque a Irak:
“La principal justificación para esta operación que ofrecieron el Presidente de los Estados Unidos, George W. Bush y sus aliados en la coalición, fue la falsa afirmación de que Irak poseía y estaba desarrollando armas de destrucción masiva (ADM), violando un convenio de 1991. …sostuvieron, de un modo interesado y tendencioso, que Irak representaba una inminente, urgente e inmediata amenaza a los Estados Unidos, a su pueblo y a sus aliados, así como a sus intereses.”

Una vez mutilado Irak por las fuerzas norteamericanas, los inspectores se encontraron con que el país vencido, no contaba con ningún Arma de destrucción masiva. Los servicios de información e inteligencia (CIA) de EE.UU., fueron severamente criticados. Pero no era un error; su información consistía en una mentira. Una clara escusa para el ataque.

Para intentar justificar el ataque, no obstante, involucraron al toletole de rumores y mentiras, una información que tampoco nunca pudo ser verificada:
“Algunos funcionarios de los Estados Unidos alegaron que Saddam Husein (presidente de Irak) y Al Qaeda (bajo el mando de Osama Bin Laden) habían estado cooperando, pero no hay pruebas de que exista una relación de colaboración.”

Por tal motivo, Irak se convertía en amigo del enemigo, del terrorista, y era conveniente atacarlo.
Como recordamos, luego del atentado del 11 de septiembre de 2001 contra las torres gemelas, EE.UU. responsabilizó del golpe al grupo terrorista Al-Qaeda, del cual Osama Bin Laden fue uno de los creadores pero no el único líder. A Bin Laden lo asesinaron el 2 de mayo de 2011, en condiciones que realmente cuesta aclarar. A Sadam Husein cinco años antes. En ocasión de que Sadam Husein “tenía” –según creyeron- relaciones de colaboración con Bin Laden, era necesario atacar Irak por las mismas circunstancias que era necesario atacar y derrotar a Osama Bin Laden.
En 2003 declarada la guerra por parte de Estados Unidos a Irak, Sadam Husein tardó 9 meses en ser capturado por el invasor –la guerra solo duró cinco meses-. Estuvo a disposición de la justicia hasta 2006, día en que lo ejecutaron en la horca.
Husein murió antes que Bin Laden, que era el enemigo primero de Estados Unidos, sin poder expresarle claramente, porque le invadían el país, avasallaban sus estructuras, y mataban sus civiles. Las torturas realizadas en Irak entre 2003 y 2010, solo se diferencian en forma pero no en grado, a las aplicadas por el Reich de Hitler, o la conquista de los colonos a America.
En ocasión de su condena a la horca, Sadam Husein Gritó, entre ex colaboradores que insultaban al jurado:
"¡Larga vida a Irak!… ¡Dios es más grande que el ocupante!"

Pero EE.UU. –el ocupante- había creído conveniente atacarlo, someterlo, y matar a cuanto civil fuera necesario, con la escusa de otorgarle al pueblo la tan ansiada y hermosa democracia, y claro, de poder satisfacer las demandas de las multinacionales interesadas en el petróleo.

De modo que ni armas nucleares, ni relaciones de colaboración entre Irak y Al Qaeda, y al parecer instalar una democracia a costa de exterminio. ¿Por qué, entonces, lo atacaron?¿Qué buscaban los Yankees, que tanto les costaba explicar?¿Para qué era necesaria la muerte de los rebeldes (curioso es que a los actuales rebeldes libios los apoyen), la persecución de distintos grupos considerados terroristas, las sustituciones de políticos nativos por enviados especiales desde Washington y bien organizados por la CIA, la utilización de la base naval de Guantánamo desde 2002, como campo de concentración de prisioneros provenientes de los países orientales, donde los procedimientos son aún más sofisticados que los aplicados en los campos de concentración nazi?

“Otras razones para la invasión por parte de los funcionarios incluían las preocupaciones sobre el apoyo financiero de Irak para las familias de terroristas suicidas palestinos, violaciones de los derechos humanos por parte del gobierno iraquí, propagación de la democracia, las reservas de petróleo de Irak, aunque este último ha sido negado por otros funcionarios.”

Como vemos, a EE.UU. le seguía preocupando que Irak esté apoyando las acciones terroristas contra ellos –idea esta que no pudo ser fundamentada, y que sin embargo continúan expandiendo; ayer (9/11/2011) todo EE.UU. estaba en alerta, por supuestas amenazas del grupo terrorista Al Qaeda, que en ocasión del décimo aniversario del ataque a las torres gemelas de 2001, podrían tener intenciones de volver a atacar-. También le molestaba que violen derechos humanos (pero no les importó violarlos ellos). Además querían conquistar Irak para liberarlo de la tiranía de Husein e instalar su beneplácita democracia. Lo único que no fue reconocido por los propios atacantes, fue que tenían por objetivo la conquista de las reservas petrolíferas. Esto nunca lo reconocieron. Y hoy EE.UU., con sus empresas multinacionales, es uno de los principales beneficiarios de estos recursos.

Repasando muy poquito de historia uno advierte las verdaderas intenciones de EE.UU. No tiene amigos duraderos, y cualquier alianza es débil cuando hay ventajas de por medio. Viscosas telarañas suelen entretejerse entre el poder político y el poder económico; algo así dice Colapinto en EE.UU. el VI Reich.

En “1979, su ambiciosa política militar (la de Sadam Husein) junto con los intereses de multinacionales petroleras que ambicionaban los pozos del combustible ubicados en la frontera, lo llevaron a una guerra contra Irán (1980-88), en la que contó con el apoyo de Estados Unidos, Francia y la URSS.”

Estados unidos en esta ocasión apoyó al dictador iraquí, y obtuvo su gran tajada.
Pero 11 años después, los hechos cambiaron.
“El 2 de agosto de 1990, Irak invadió y se anexó Kuwait. A comienzos de 1991, una coalición internacional dirigida por Estados Unidos obligó a Irak a retirarse de Kuwait durante la llamada Guerra del Golfo.”

Esta guerra duró siete meses; fue liberada sobre Irak, Kuwait y Arabia.

“A pesar de la derrota, Husein (Irak) se mantuvo como presidente de la República y del Consejo del Mando Revolucionario, hasta que fue expulsado del poder por las tropas estadounidenses y británicas en la Invasión de Irak de 2003”.
De modo que en veinte años EE.UU. tuvo dos posiciones completamente diferentes para con Irak. Una de apoyo, otra de guerra. Finalmente, de colonización, como siempre terminan procediendo cuando lo que ellos quieren, otro tiene.
Los pozos petrolíferos le dan a borbotones millones de dólares. Pero necesitan más. No deberíamos tener muchas dudas, respecto al apoyo que está brindando a las fuerzas libias, a los rebeldes, no deberíamos dudar que detrás de estos conflictos, el que ordena todo, o gran parte del caos, es EE.UU., con su servicio de inteligencia, la CIA, y el apoyo, o más bien, el apremio, de las multinacionales que requieren más y más petróleo para saciar sus vicios expansionistas.


II
A la luz de los hechos, parece que Estados Unidos ha ido directamente al ataque contra Irak. No ha importado la escusa, sino el objetivo. Y han ganado la guerra. Sin embargo a los ojos de ellos, los que eran terroristas (acaso se defendían de su ataque) merecían ser supliciados de por vida. A este fin crearon campos de concentración clandestinos dirigidos por la CIA, algunos en Irak y en Afganistán, entre otras partes del mundo.
También la prisión de la bahía de Guantánamo, que ya se utilizaba como centro de detención para prisioneros haitianos y cubanos atrapados en alta mar, comenzó en 2002, a encerrar prisioneros afganos acusados de terrorismo.

Wikipedia dice así sobre la prisión militar establecida por Estados Unidos en la Base naval de la bahía de Guantánamo, al sur de Cuba:

El campo de detención de Guantánamo es un campo de concentración de alta seguridad… Desde 2002, las autoridades estadounidenses la han usado como centro de detención para detenidos acusados de terrorismo, la mayoría de ellos detenidos en Afganistán durante la invasión de este país que siguió a los atentados del 11 de septiembre de 2001...


…En 2002, una pequeña porción de la base fue usada para albergar dentro de los campos X-Ray, Delta y Echo, a prisioneros sospechosos de nexos con Al-Qaeda y el ejército talibán que fueron capturados en Afganistán…

…Guantánamo es sólo una parte del sistema de campos de detención que mantiene Estados Unidos en el exterior, y que incluye otros campos en Irak y Afganistán. Decenas de detenidos han sido llevados a Guantánamo desde otros centros de detención secretos de la CIA.

Ahora bien, lo curioso de este campo de concentración no solo es que sigan existiendo (muchos creímos que los de Hitler fueron los únicos), sino que los presos no son nunca procesados por la ley. Son, por así decir, invisibles.
Dado que…

Estados Unidos los considera "combatientes enemigos ilegales" -la mayoría están acusados de pertenecer a los talibán o a Al Qaeda-, y no prisioneros de guerra… entiende que no tiene por qué aplicarles la Convención de Ginebra y, por tanto, que puede retenerlos indefinidamente sin juicio y sin derecho a la representación de un abogado”

Esta característica aterradora de la prisión militar en Guantánamo, es posible dado que la bahía de Guantánamo se encuentra en territorio cubano, pero por el Tratado cubano-estadounidense, firmado en 1903, quedó bajo el control absoluto estadounidense; por tanto la gente detenida en Guantánamo se encuentra legalmente fuera de su país y no tienen los derechos constitucionales que tendrían si estuvieran retenidos en él”.

Es decir que los trasladan desde oriente hasta la bahía de Guantánamo, y ahí pasan a considerarlos ilegales como si hubieran llegado por sus propios medios. Una novela impecable saldría de esa historia si fuese ficción, pero es una cruda realidad.

“El hecho de que no se encuentren en suelo estadounidense -las autoridades no consideran la base de Guantánamo como parte del país- hace que no disfruten de los derechos que otorga la constitución de Estados Unidos a los detenidos, entre ellos, la presunción de inocencia o el derecho a un juicio con jurado.”
“Algunos juristas consideran que la situación se encuentra en un "vacío legal””.

De modo que en la Bahía de Guantánamo, Estados Unidos tiene un campo de concentración donde alberga predominantemente afganos e iraquíes, acusados de terrorismo, y donde por lo visto, y por el momento, nunca serán juzgados.

Para tener una idea del funcionamiento, basta saber que:

Amnistía Internacional calcula que el 80% de los detenidos están recluidos en régimen de aislamiento en el Campo 5, el Campo 6 o el Campo llamado "Eco". El Campo 6 se construyó para albergar a 178 detenidos. Es la instalación donde las condiciones son más severas. Los detenidos están confinados durante un mínimo de 22 horas al día en celdas individuales de acero sin ventanas al exterior.

¿Realmente merecen estar recluidos en campos de concentración estos sujetos, o forman parte de los excesos que siempre realiza EE.UU. cunado avasalla las fronteras y se impone como jefe?

III

Los procedimientos que EE.UU. estaría realizando detrás de los “rebeldes” libios, serían muy similares a los que desde siempre viene aplicando. Apoyo al bando que le conviene, traspaso de millones de dólares, equipamiento militar e ideológico; creación de falsas moralinas que desbaratan la posición del presidente o estado del momento; inyecciones económicas importantísimas para campañas políticas difamatorias, desde panfletos con falsa información, hasta radios clandestinas que supuestamente dicen una verdad, cuando solo inventan lo que al invasor (EE.UU.) le conviene que la gente piense, causando inestabilidades políticas y económicas, caos financiero, etc. De modo que en Libia seguramente tengan informantes libios que dan a la población Libia falsa información; campañas de desprestigio, como sucedió en Chile, Guatemala, Costa rica, República Dominicana, Irak, entre tantos otros países de América, o el resto del mundo, en los que al poco tiempo EE.UU. no solo conserva sus intereses sino que los ha incrementado. Al parecer solo cuba opuso resistencia y la misión de conquista por parte de EE.UU., resulto en rotundo fracaso. Y bien avergonzados siempre se han sentido por ello. No por atacar, vicio ineducable de estos reyes del desenfreno, sino por haber fracasado, y quedado expuesto frente a los ojos de todo el mundo.

Mirar dos minutos de CNN ya manifiesta que detrás de los rebeldes se encuentra con pleno apoyo EE.UU. Desde el momento mismo en que apoya a estos rebeldes en su lucha, y en cambio es capaz de suprimir a palos y muertes a cualquier manifestante que pida por justicia y trabajo o educación (como está sucediendo con chile donde el otro día murió un joven de catorce años que iba a estudiar), uno se cuestiona cuales son los parámetros que usa la policía para considerar rebelde a alguien y en consecuencia reprenderlo. Lo cierto es que posiblemente, luego de acabada la conquista Libia por parte de los rebeldes, EE.UU., como acostumbra, rompa el pacto de colaboración que los ata a ellos, y finalmente se apropie de gran parte de las reservas petrolíferas, sin importar si es necesario seguir derramando sangre, hasta que la ansiada democracia quede impuesta por fin, y se maneje con las reglas del comercio imperialista, y bajo la supervisión todopoderosa del magnífico Dios.

Pero no es tan simple la cuestión y son varios los interesados que llevan a EE.UU. a invadir otros países. No solo podría acusarse al país de América del Norte de ser ambicioso y por tanto despiadado en su conquista colonizadora, también presionan las empresas que persiguen a toda costa el petróleo –o el recurso que sea-, la CIA que planea todas las estrategias de conquista (que ayudo a los nazis luego de la segunda guerra mundial a escapar de Europa a cambio de que presten sus servicios militares), y el Vaticano que apoya los golpes con la ventaja de imponer, junto a la democracia imperial, el cristianismo como doctrina dominante; Y para cerrar el circulo cuentan con el apoyo de los grandes medios informativos, que contrario a la opinión de la gran mayoría, moldean, forman, disciplinan el pensamiento de la gente, prácticamente sin que esta lo advierta. Dicen lo que les conviene a EE.UU., y así dan a la gente las ideas que deben pensar, y no otras.
Entre estos medios el caso de CNN resulta sumamente alevoso. CNN, canal supuestamente neutral, de información veraz y de calidad mundial, no hace más que lanzar confusos mensajes, afirmando cosas que luego niegan, o negando afirmaciones emitidas solo unos minutos antes con absoluta certeza. Funciona con una tendencia claramente post imperialista, defendiendo con un celo inusitado los intereses de sus amos estadounidenses. Tan solo algunas afirmaciones de CNN, que tomé de las programaciones televisivas, bastan para comprender de qué modo, CNN está apoyando a EE.UU. en el golpe realizado a Al Gadafi por parte de los rebeldes (en este caso; pero si vemos a lo largo de la historia, CNN prácticamente nunca se ha opuesto o difamado a EE.UU.)

Como ya se dijo esta influencia de los medios sobre la opinión popular, ha sido ultra manipulada por los Estados Unidos a fin de controlar el pensamiento de la gente en todos los golpes de estado que han realizado en los últimos ciento cincuenta años.
Sin duda CNN es un canal tan yankee como la misma CIA, defiende los intereses de estos y conforme relata los hechos del modo más conveniente. Si es necesario que sus reporteros desprecien a algún sujeto en particular –por una de estas campañas de difamación-, estos buenos empleados están dispuestos a obedecer en el acto, y llamar subversivo, o marxista, o comunista, o rebelde, o ateo al que desean deponer del poder. De este modo las trampas impuestas a muchos países se le vuelven insorteables, dado que las mentiras de estos medios de comunicación, no permiten el esclarecimiento concreto de lo sucedido, sino solo posturas ideológicas partidarias a los Estados Unidos.

De algo así acusa Evo Morales actualmente a Estados Unidos. Hace dos días (22 de agosto de 2011) en La Nueva Provincia salió una cita donde ratificó la acusación al país del norte, aduciendo presunta complicidad entre EE.UU. y los grupos indígenas que se han manifestado en contra del presidente boliviano. Al parecer Evo con sus leyes de nacionalización de algunos recursos, además de la ley agraria para devolver tierras explotadas por capitalistas a campesinos pobres, entre otras medidas que tienden a fortalecer la economía del país y a correr a un lado las interferencias por parte del país norteamericano, le han causado enormes trastornos a las empresas imperialistas, a EE.UU., la CIA, y el Vaticano, dado que también Morales habló en contra de los ultraconservadores cristianos. “…la Iglesia Católica en Bolivia es la “principal enemiga” de las reformas que el gobierno quiere implementar en su país…” y “…acusó a los "jerarcas de la iglesia" de ser "instrumentos del imperio…” Menuda provocación al cuarteto de la muerte que desde hace cientos de años vienen arrasando contra viento y marea, superando los mares y pisoteando los derechos humanos. Sin embargo Washington negó esta acusación, según informó CNN, y no se habló más del tema en casi todo el día. La atención, pues, está puesta en Libia. Y Está centrada en afirmar que los rebeldes libios están luchando por una causa justa.

Para terminar veamos solo algunas afirmaciones de CNN, donde apoya y defiende los intereses de EE.UU. Las citas fueron copiadas textualmente de CNN. La información sesgada, confusa, contradictoria, y ventajosa a los rebeldes por parte de CNN, resultan curiosos. El interés que tiene el mundo entero por que triunfen los rebeldes, resulta curioso. Creo que es suficiente con comprender su historia de deliberados ataques, su proceder impunemente silenciado por los medios, sus crímenes evitados por la justicia, así como recordar los miles de muertos que en nombre de una democracia cristiana han debido ser sacrificados, mientras los políticos hipócritas de Norteamérica, siguen enviando tropas al resto del mundo pues para ellos, han sido la nación selecta por Dios para hacer uso de las demás tierras, para imponer su imperio, que es tan brillante, y finalmente, para seguir siendo la potencia más poderosa del mundo.

A continuación, noticias de CNN en español. No hay ninguna a favor de Gadafi, sí en cambio de los rebeldes.

“Misiles (de Gadafi) dirigidos contra la población inocente.” Este mensaje lo vi varias veces y persigue que todos creamos que Gadafi está atacando a civiles, por lo que es necesaria una intervención.
“EE.UU. advierte que no saben si Gadafi estaría planeando una ofensiva final, y qué forma tomaría.” Generación de una tensión infundada, para avalar la guerra contra él.
“Gadafi tiene armas químicas: 25 toneladas de gas mostaza”
“Temen que Gadafi use este gas para intentar sobrevivir en el poder”
“Fuerzas de Gadafi luchan por recuperar el control del aeropuerto de Trípoli”
“Gadafi insiste quedarse en Trípoli. Lo mismo que supone el pentágono en EE.UU.” Todas estas afirmaciones se parecen a las de ayer, y siembran el temor en la gente, que se prepara y acepta, en consecuencia, que intervenga papa EE.UU. en su salvación.

Respecto a la guerra que están liberando, una periodista de CNN afirma:
“El camino hacia la democracia en algunos países se torna muy sangriento” Por lo menos fue sincera.

Y por otro lado, están las noticias Pro rebeldes, con un momentáneo apoyo a ellos:
“Los rebeldes están bastante organizados.”
“Guerra en Libia: La OTÁN lanza panfletos pidiendo la rendición de Gadafi.” Esto ejerce fuerza y presión sobre la gente que ocupa el poder en este momento para que se retiren. Como vemos, los panfletos son subvencionados por organismos ajenos a Libia como la OTAN.
“Soldados de Gadafi desertaron, abandonaron sus armas”. Nuevas invitaciones a rendirse y desertar.
“Nuevos combates en Trípoli: rebeldes dicen controlar el aeropuerto” (negación de la noticia de más arriba “Fuerzas de Gadafi luchan por recuperar el control del aeropuerto de Trípoli.”
“OTAN además de proveer armas mandó asesores militares a los rebeldes, pero la misión es proteger a los civiles.”
“OTAN no apoya a los rebeldes ni a Gadafi, solo a la población civil.” (Mientras la pantalla muestra una imagen de los rebeldes en Trípoli festejando victoria).
“OTAN: Se acerca el fin del régimen de Gadafi”.
“No hay duda de que el régimen de Gadafi casi ha caído”.
En estas últimas dos ya las expectativas son más certeras y parecen tener consistencia a corto plazo; pero por otro lado, al poco tiempo desmintieron esto, pues la verdadera situación permanece desconocida.

En todas las afirmaciones se vislumbra la intención deliberada de hacer creer efectivamente al público, que es necesario derrocar a Gadafi, pues es un mal para el mundo (acaso salga Obama diciendo, como tras el asesinato de Bin Laden, que “ahora el mundo es un lugar más seguro”, y una gran parte de la población yanqui, que de cabeza de loro tiene bastante, salga a festejar y beber en nombre de la paz y la democracia).

Y bien, ¿todavía podemos seguir dudando de que EE.UU. esté involucrado en esta guerra entre rebeldes y el presidente Libio, y que CNN les chupa el culo, al mejor estilo, pues disfruta beber de la mejor mierda?
Por cierto Obama en cas nada se diferencia del defenestrado ex presidente Bush. Sus políticas exteriores siguen siendo bélicas. Las leyes raciales continúan vigente. Hasta cuando en Oslo recibió el premio novel de la paz, auguró que EE.UU. seguiría haciendo uso de su fuerza y poder militar, en los casos donde sus seguridad se viera afectada. Menudo homenaje a la paz.

Ya se habla en CNN de qué va a suceder con el petróleo Libio (hoy 24/8/2011). Pero esta parte de la historia, el final de la historia, se las dejo a ustedes, aunque como toda película, siempre termina igual, y con final feliz para ellos, los imperialistas.

lunes, 28 de febrero de 2011

En busca de la libertad. (1 era parte)

Yo tenía fija una meta: liberarme de toda preocupación mundana y desprenderme de la realidad donde desde siempre, automáticamente estaba habitando. Tome entonces mi caballo predilecto y, en compañía de Máximo, mi perro, partí hacía el horizonte, en busca de la “libertad real” me decía. “se que puedo no vivir preocupado ni atormentado por tantas nimiedades, que me cargan la vida de cruces, de problemas, de insatisfacciones; y sus consecuentes médicos, mecánicos y psicólogos, que requerimos para remediar todos los males de tan atroz modo de vida. Apurado, siempre apurado, para obtener el dinero, que me mantiene vivo. No. Se que puedo vivir espontáneamente como un animal, siendo racional, y concebir mi vida y organismo, como elementos de la existencia que es necesario proteger (de la sociedad moderna) para poderlos disfrutar, para no sentirlos como meros penares. Que la existencia no significa sufrimiento: ¿a quién quieren engañar? Sufrimiento es, en lo profundo del alma, un placer; por cuanto todo aquel que habla y profesa sobre el sufrir y los errores y la dependencia de Dios, solo refuerza y fortalece su espíritu débil, que mediante la debilidad, consigue un enorme poder. Yo me abro, me voy de acá”.
En efecto, el caballo lo tenía en una quinta periférica a la ciudad, por esto es mi conjunción gaucho-ciudadano. De gaucho ya no conservaba nada, solo la inclinación a la naturaleza, en detrimento de la urbe y la tecnología mal usada. De ciudadano, en cambio, la mayoría de mis características de personalidad. Pero, las pocas cosas que detestaba de este tipo de vida, eran enormes cosas, que por tanto conducíanme a pensar que la vida en la urbe, tal como estaba planteada, no era conveniente para el bienestar personal y social. La gente forma grupos cerrados, con temores entre ellos, a la defensiva y, por tanto, predispuestos a la agresión; la persona recluida, replegada en sí misma antes que dirigirse al vínculo con el otro, que es desconocido, del que teme y al cual rehúye, se siente desgraciadamente solo. Que los intereses son muy altos y nuestra vida de ellos depende, y en consecuencia, las peores atrocidades se cometen en su nombre. De este modo, la vida en una tribu resulta lejos mucho más sana que la vida en sociedad industrial (llamémosle). En esta última el stress es común en los individuos, que sobrecargados (su sistema nervioso) de “energía”, por tanta demanda, estímulo, necesidades, terminan pagando las consecuencias de tan apresurado y asfixiante modo de vida. Luego, claro, todos los profesionales de la salud tienen trabajo, resolviendo los propios errores del sistema capitalista.

Eran alrededor de las seis de la tarde, verano, los matorrales bajo el cielo luminoso percibíanse diminutos y difuminados sobre la planicie, que parecía un océano marrón con sombras oscuras. Por donde yo iba todavía no había ningún arbusto ni pasto. Era una calle asfaltada, contra la que repiqueteaban las pezuñas descubiertas de Relámpago –así se llamaba mi caballo-.
Agotados de caminar, descansamos y proseguimos casi de inmediato. Ya habíamos dejado el asfalto atrás, pero nuestro ánimo de avanzar era tal que no podíamos detenernos, parecíamos los tres necesitados de libertad.
Finalmente llegamos a los árboles que desde lo lejos habíamos visto; ya era de noche. La luna, comenzando a alzarse, alumbraba al ras, no consiguiendo entrar en el monte compreso y compacto. Tampoco nosotros pudimos avanzar por ahí, debiendo desviarnos hacia un pasaje oscuro, compuesto por árboles enormes, que en su copa se unían, y por eso cerraban el túnel. Realmente eran túneles grandes, pero la oscuridad intraspasable volvían desconocidos aquellos caminos. Con precaución avanzamos los tres a la par: Máximo utilizando su magistral sentido del olfato y del oído. Relámpago utilizando su sensibilizada percepción para captar las vibraciones del entorno, y tanteando con las patas delanteras el terreno con suma cautela, para no caer desprevenido. Yo, que montaba sobre Relámpago, y que no podía ver nada, dado la oscuridad, no tenía ninguna función. O la única función que tenía, era guiar y dar coraje a mis compañeros. Ruidos tenebrosos resonaban en el túnel, pero eso era de esperar; por lo demás, solo yo los percibía, o me asustaba por ellos. Mis compañeros no percibían ningún peligro real. Repentinamente algo me toco la cara. Me agite desesperado, pero reconocí que era una enredadera; me quedo en el rostro la preocupación de tener alguna araña, pero no era más que una sensación. Al cabo de unos minutos, ya podía verse al otro lado la luz blanquecina de la luna anunciando el fin del cerrado túnel. Pero preferimos dormir allí; parecía un sitio seguro, al resguardo de cazadores, del viento y de la lluvia en caso que llueva.

Al amanecer siguiente, con todas las ganas proseguimos camino. Los árboles sucesivamente eran cada vez más verdes, húmedos, la vegetación más densa, ya casi no había matorrales con espinas, y cada vez aparecían más bellas y prolíferos vegetales, flores, e insectos de todo tipo y anfibios de cualquier color. Un macrosistema más amplio, compuesto de muchos más microsistemas. Avance bajo la brisa calida los frescos senderos arbolados, y llegue a un precipicio al borde de un río. Era un río de tamaño mediano, con un rápido caudal de agua. El agua era transparente, y podían verse bajo la superficie las grandes piedras redondas y llenas de algas. “Seguro si las piso me patinaría” me dije. “Además Máximo no pasa, la profundidad lo tapa”. Pasar parecía imposible. Además el río se extendía desde y hasta el infinito, en apariencia, atravesando rectamente todo el horizontalmente. Descendimos a la orilla para pensar más objetivamente midiendo y especulando las alternativas más viables. Máximo proponía caminar por la orilla hasta encontrar algún pasaje. Relámpago, seguro de su fuerza y confiado en su responsabilidad, sostenía que teníamos que cruzar por ahí. E incentivaba a Máximo diciendo que ellos saben nadar instintivamente. Que aparecería unos metros más allá, pero en la orilla del frente. Sostenía que si Máximo se ubicaba a la izquierda de él, dado que la corriente venía de ese lado, en caso de arrastrarlo se apoyaría contra él que, en sus propias ideas “no sería vencido nunca por esa insignificante corriente de agua”.
Yo debía decidir y no estaba seguro de nada. Para colmo, la costa del frente estaba mucho más sobrecargada de vegetación que en la que nos encontrábamos, con lo que no sabía certeramente si podríamos ingresar, o sí acaso conducirían a algún lado. Hasta el momento el viaje ya cumplía con su propósito: alejarme de la sociedad y no preocupar mi mente con planteos innecesarios. Pero esta nueva situación, en que debía resolver que hacer para poder continuar, los problemas volvían a dar el presente y afirmar su lugar en mi persona. “¡NO!” grite. “Vamos a cruzar. Máximo, vení, saltá”- le hice la seña desde arriba del caballo. Su rostro expreso un “¿qué?”. “Dale, saltá” le anime. Relámpago miró sorprendido, pero su valentía no le permitía hacer réplica alguna. Antes de que Máximo suba, infló su pecho oxigenando todo su cuerpo, posturandose así mucho más rígido y armado. Máximo subió, adelante mío, sosteniéndolo. “Vamos” le dije a Relámpago, que no dudo ni un instante y enfiló para el agua. Claro que siempre vacilando por precaución, comenzamos a cruzar el río. El agua rápidamente le llego a las rodillas. Unos metros más y le tocaba la panza, y me mojaba los pies. Para peor, todavía no habíamos llegado a la mitad del curso de agua, con lo era de preveer que sería más profundo aun. Relámpago, sin embargo, no flaqueaba en su tarea. Avanzaba sin demostrar temor alguno. Pese a que yo creía que no lograríamos hacerlo, el agua ya le llegaba a la mitad de la panza, me quedé callado para no quitarle confianza a él. El agua comenzaba a levantarlo del suelo y desplazarlo unos metros. De repente lograba hacer pié, pero trastabillaba y volvía a arrastrarlo unos metros más. Ya era tarde. Sin embargo, el estaba convencido de poderlo cruzar. Máximo estaba atolondrado, por momentos quería saltar al agua, esos intentos incomprensibles de salvación que actúan algunos seres en momentos de catástrofe. Yo lograba retenerlo e intentaba tranquilizarlo. Pero también yo me ensordecía y ya no podía pensar cabalmente. Relámpago era el único concentrado en lo que hacía. Todavía no temía. Pero al dar dos saltos más, el contundente torrente de agua que cruzaba el medio del río, logró hacerle perder el equilibrio, volteándolo, y cayendo yo y Máximo al agua, en la cual quedamos los tres derivados al curso del torrente. El caudal era veloz, y sin posibilidad alguna de dominio, veíamos pasar en sentido contrario todos los árboles que bordeaban el río. Mi temor a que haya cocodrilos se vio corroborado al ver un gran lagarto estirado sobre la orilla recargando energías con el sol. Ahí sí que me desesperé. Comencé a dar manotazos de ahogado, pero eran infructuosos. Entonces busque con la mirada a Máximo y a Relámpago, y los ví cerca de mí en las mismas condiciones: tratando de mantener la cabeza fuera del agua. La orilla del frente continuaba siendo espesa e inaccesible, pero igualmente, no teníamos modo de acercarnos hacia ella. Avanzábamos por el medio, como dentro de un carril, y de repente, vi lo que sería nuestra posterior tragedia.

Lamentablemente en lo que continúa de la historia, proseguiremos sin Relámpago, que murió herido al costado del arrollo. Sucedió que vimos el río desaparecer de repente; una altísima catarata nos esperaba a pocos segundos. Los tres nos movíamos intentando evitarlo, pero el agua era determinante y no le interesaban nuestros esfuerzos. Rápidamente el fin se acercaba, y la velocidad del curso parecía aumentarse. Antes de lo previsto, ya estábamos sobre la catarata y como catapultados, el agua nos lanzo a volar sin alas, hacía la base donde una inmensa fuente de agua gestionaba el caudal de la catarata. El único de los tres que grito aterrorizado fui yo. Máximo expresó marcado temor, y Relámpago no expresó sentimiento afectivo –no por eso quiere decir que no lo sienta-. Caíamos en picada, desacomodados, bajos las fuerzas del azar, del viento y de la gravedad. En ese momento pensé muchísimas cosas. Acontecimientos, ideas, sensaciones… Es cierto que el cerebro en situaciones de máxima exaltación, funciona de otro modo permitiendo así un pensamiento diferente, acelerado, más similar al sueño que a la conciencia (y quizá podría explicarse que, dado el aspecto asociativo del pensamiento y el lenguaje, en situaciones de alteración, el exceso de estímulo provocaría un aumento considerable en las asociaciones mentales, de lo que resultaría un pensamiento acelerado e intrincado). Contrario a los que dicen que “eso es imposible” está el hecho de que cualquier droga, u acontecimiento impactante o significativo, hasta según la época del año, o la fase del día que se atraviesa, todo incide en el funcionamiento mental y en el modus operandi del pensamiento, y por tanto no es descartable el hecho de que en situaciones apremiantes las ideas crucen por la cabeza no solo mucho más velozmente, sino también con mayor claridad y consistencia.
Íbamos irreversiblemente al agua, y la enrome distancia que separaba la base con la cima, se acorto muchísimo cayendo libremente. Yo logré acomodarme a medias, y caer de clavado. Me golpee un costado, y un poco la cabeza, pero salí relativamente ileso. Cuando asome a la superficie, no ví a ninguno de los otros dos. Miré desesperado hacia todos lados, de repente, apareció Máximo. Respiró profundo, y me dirigió una mirada de alivio. Pero Relámpago no aparecía. La desesperación comenzaba a colmarme. Intentaba sumergirme para ver debajo del agua, pero la tempestiva caída del agua volvía turbulenta las profundidades. Ya pensaba que había quedado muerto contra una roca, cuando lo veo subir a la superficie, en principio gravemente lastimado en el rostro. Como el agua formaba una especie de hoya y el caudal era casi inexistente, logramos empujarlo hasta la orilla, a la que el solo logro, con un marcado dolor abdominal, subirse y recostarse. Respiraba agitado y no podía inflar el torso pues le dolía enormemente. Le mire el muslo y la pata, y la tenía quebrada. Observe sus costillas al respirar, y vi que había una zona donde los huesos parecían rotos. De su boca comenzaba a salir un fino hilo de sangre, que al respirar a veces formaba burbujas con las que se atoraba. El golpe en la cara se lo había dado una piedra, y los huesos quebrados el impacto mismo de la caída. Con Máximo lo alentábamos a seguir, a que tome fuerzas, que se recupere, que lo esperaríamos, pero la conmoción era grande, y al parecer las costillas rotas le habían perforado algunos órganos. Por más que hicimos cuanto pudimos, y vivimos en carne propia la impotencia de no poder rescatar aun amigo, tuvimos que verle fallecer al poco tiempo del accidente. Antes de dar el último suspiro, me clavó la mirada, y pude percibir en su semblante, el ánimo y la confianza que me transmitía para que yo continuase camino. Con Máximo como aliado, sin más nada que hacer, empujamos a Relámpago al agua, y dejamos que el curso del agua se lo lleve. No consideré necesario enterrarlo. Yo creo en la naturaleza, en la vida y en la muerte. A él le tocó antes de lo previsto, pero también está la muerte dentro de las posibilidades de cualquiera. En este caso el agua lo había causado, y consideré adecuado entregarle su victima a ella.
Sin pensar en más nada, con el objetivo de proseguir camino hasta conseguir la verdadera libertad, continuamos avanzando, con una gran pena a cuestas.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Cuestiones metafísicas (Primera parte)

Caminábamos sin destino con dos personas más, que ya no recuerdo quiénes eran. Avanzábamos por la vereda y por la calle, cuando de repente, al darme vuelta para mirar lo que fue una intuición, veo, y oigo una enorme explosión, una llamarada de fuego que se alza pequeña en la lejanía, y la onda expansiva que llega segundos después junto al ruido me sacuden todo el cuerpo. Una segunda detonación procede a la primera, pero esta vez más fuerte, y a juzgar por su tamaño, más cerca, haciendome las ondas esta vez me caerme al suelo. Me escondo como puedo tras un auto, y una tercer explosión en cadena retumba por los cielos, y por el suelo una poderosa oleada de viento, arrasa contra todas las cosas pequeñas; a mi, me corta el pelo. La Primera explosión me despeino; la segunda me lo tiró todo hacia atrás; la tercera me rapo. Al parecer, las ráfagas veloces emanadas de las explosiones, eran calientes, muy calientes, y esta última había estado más cerca (aunque muy lejos), y me habría quemado, antes que yo lo sienta, todos mis pelos, que para peor había roseado con Kerosene para ahuyentar los piojos. Luego, silencio, de un día caliente y vacío, pero allá había quedado prendida una llama, de una tamaño incalculable. Aunque todo sucedió imprevistamente, y aunque nos había derrivado a los tres, sin embargo nos pusimos de pie y continuamos caminando. Aunque yo volteé la cabeza varias veces para ver las llamas, mis acompañantes no repararon en ellas, y solo vagamente hicieron luego alguna referencia. Llamativo fue para mi no oir ningún ruido de sirenas, de caos, de muerte. Alguien, en esas trágicas explosiones, debería de haber pagado con su carne. “Mi cuñado” pensé, que trabaja en una refinería ubicada hacía aquel lado de la ciudad… ¿estaría en ese momento en ese lugar?... pero el camino era arduo, y aunque no había viento, ni gente, ni obstáculos, ni policías, el camino era lo suficientemente exigente como para mantenernos concentrados en él. Pero en apariencia no había exigencia alguna. Nadie sabe que nos impulsaba a nosotros tres a avanzar sin rumbo y con tanto ímpetu. Inclusive un carnicero que justo salía a tirar el agua con sangre y lavandina, con el que había lavado una vaca media podrida, nos preguntó “¿A dónde van tan callados, ustedes tres?” Mis acompañantes ni lo miraron. Yo por cortesía le dirigí la mirada, y acunando los brazos le indiqué que no sabíamos. Mi rostro, fue esencial en aquel gesto. “Oh, niños” murmuro por lo bajo mientras se metía adentro. Pero uno de mis acompañantes se molesto sobremanera, al parecer, finalmente había reaccionado a algo. Es que veníamos muy ensimismados. Entonces, poniéndose colorado como alguien enfadado, emanando vapor por las orejas acompañados de un chirrido hirviente, salió al humo contra el carnicero, el cual apresuró el paso para resguardarse y cerró con traba la puerta. Mi colega, escupió el vidrio, lo maldijo, y prosiguió camino. Nadie más hablo de ello. Ni él miró a nadie, ni pareció recordarlo por más tiempo.
Caminábamos los tres con la cabeza gacha, rostro serio, los ojos clavados en ningún lado, más mirando hacia adentro que hacia fuera.
Sin que nadie lo diga y sin advertirlo, ya estábamos camino de regreso. Pero ¿de regreso a dónde? En verdad, sin saber por qué íbamos caminando por la calle, luego volvíamos, pero ¿de dónde veníamos? Instantáneamente me paralice, quede en medio de la calle y un auto debió tocarme bocina para poder pasar. Con eso volví en sí, vi a los otros dos continuaban caminando más adelante, pero sin embargo dí pasos lentos para correrme, puesto que mi energía estaba puesta en resolviendo otro tema: ¿De dónde veníamos? Caminábamos, está bien no saber el destino, pero el origen, la procedencia. Friamente, un súbito me recorrió todo el cuerpo, descendiendo desde la cabeza hasta los pies, para quedarse instalado en mi cuerpo. “¿Dónde está la respuesta?” me dije. Se quién soy pero ¿de dónde vengo, que hago acá, con quién estoy, dónde íbamos, por qué volvemos sin más, porque no hablamos, por que parecemos perplejos cuando en verdad estamos bien, qué fueron esas explosiones, por qué la aridez del clima me resulta tan bochornosa? Las preguntas desfilaron por mi mente como lava vertiendo por la ladera, que con suerte lo hace lenta pero contundentemente. Las ideas se apropiaban de mi cuerpo, pese a que el pensamiento era conciente de ello; ¡Hipócrita! No me dejaban caminar, me lo impedían. Las ideas se negaban a gastar cualquier mínimo de energía, y a que desvíe mi atención de ellas. El pensamiento por quién sabe que obstáculos sorteados, lograba dominarme el organismo. Una puntada en el riñón fue suficiente para que no intente revelarme. Los otros avanzaban. Pero en eso un perro que camina por la vereda se acerca hacia mí, se detuvo y me clavó la mirada. Lo miré y logre distraerme, y con eso gane terreno al sometimiento que estaba ejerciendo el pensamiento sobre mí cuerpo. A la fuerza muevo un pie, luego el otro, y rápidamente voy recuperando el movimiento. Pero el perro me miraba atento, con algo que decirme, o al menos por algo había avanzado por la vereda, hasta detenerse frente a mí. Y yo me iba sin más, en busca de los otros, que ni habían reparado en mí. “A la mierda” pensé con rencor puesto que a los otros parecía no importarle nada ni nadie, y volví hacia el perro. Él abrió la boca, y modulando con la lengua me dijo:
-¡Feliz año nuevo!
Sorprendido, lo miré parapeto, con cara de ojete, y le respondí:
-hoy es cinco hermano. ¿Hasta cuándo vamos a seguir diciendo feliz año?
-bueno, perdona- respondió el perro.
-sí todo bien. Es un comentario nada más. Pero ya paso.
-bueno, pero era para hablar de algo, amigo- Finalizó. Me enoje muchísimo por esa palabra. Amigo, ¿de quién? ¿De él? Si ni lo conocía…
-Ya vi muchos como vos- dije con coraje-, que se hacen los amigos y después traicionan.
El perro me miraba desconcertado, si el no tenía intenciones de pelea.
-¿eh?- proseguí-, estoy en lo cierto ¿no? Por eso te quedas callado. ¿Eh?
El perro me contemplaba mudo.
-¡Perro puto!- le grité agitando el cuerpo bruscamente hacia delante, levantando la mano y mostrándole los dientes, en claro gesto de provocación. Cuando levanto la cabeza, en la vereda detrás del perro, había una señora observando desde la puerta abierta. Me miraba perpleja, anonadada. El perro que estaba sentado la vió y se puso de pié moviendo la cola. La anciana le toco la cabeza, con lo que reforzó su amistad con él, y me lanzó una mirada de mayor desprecio. “Vaaah” proferí barriendo el aire con la mano, y di media vuelta para continuar camino. En eso sentí detrás un eminente toreo que se acercaba hacia mí, venía cargado y era constante, unos ladridos verdaderamente defensivos, al ataque. La primer respuesta que tuve fue salir corriendo, en eso lance una mirada hacia atrás sobre el hombro, y vi que era la anciana la que lanzando el bastón al suelo, venía ahora corriendo ágilmente en cuatro patas, como un perro, ladrando con recelo. Corrí y corrí hasta estar exhausto y caer desvanecido sobre el suelo. No se porque, pese a que ya no escuchaba los ladridos, no había pensado en ningún momento en detenerme. Había cruzado la ciudad y el campo. Ahora estaba en medio del monte, o del desierto, no lo se; bajo mi cuerpo algo pinchaba, pero podía ser desde un matorral hasta una piedrecilla. Pase un tiempo desvanecido e incomodo, periodo en que nuevamente, el pensamiento, está vez más tétrico, se apoderó de mi cuerpo. El resultado era una especie de alucinación, entre la asfixia y el delirio. Y tuve un sueño, entre otros, que todavía no se puede contar.

martes, 4 de enero de 2011

Cosas de la vida.

Fui a comprar naranjas a la verdulería, para tomar un buen jugo que me aporte vitaminas. Es una buena solución, cuando uno se encuentra deshidratado tras largas noches de alcohol. Me desperté cansado, con los ojos hinchados, la opresión asquerosa que hay dentro de mi pieza, me hacen tambalear cuando me pongo de pie.
No tengo nada para desayunar. “¡La puta madre que lo parió!” grito dando un golpazo a la lacena. Encuentro dos pesos. Me calzo las pantuflas, me lavo la cara, y salgo a la calle.
Afuera, un día gris. Nublado, mojado, un fino rocío constante e imperceptible, me va humedeciendo la campera. En el camino veo a Elsa, que viene por la vereda del frente. Me detengo. Desde que ha muerto su marido nunca le he dado mi pésame. Y no por falta de interés, si no por cobardía, por no enfrentar a una persona que carga con un inmenso dolor, y decirle algo que, más que alivio, le depare angustia. Todavía no me ve. Espero para saludarla. Pero entonces me grita, y cruza la calle corriendo para decirme algo.
-Hola Max ¿estabas yendo a la verdulería?- me dice, avasallante.
-sí ¿por qué? Hola.- respondo.
-ay sí, hola –me da un beso-; olvido saludar cuando tengo algo en mente.
-entonces dilo, ¿que sucede?
-en la verdulería acaban de robar. Yo estaba dentro, y se metieron dos tipos que nos redujeron a todos- explica nerviosa- y nos ataron- y hace el gesto de maniatar con las manos- y tiraron tres tiros ahí adentro, pensamos, sinceramente –deteniéndose-: que habían matado a Raúl.
-¿qué?- yo la miraba atónito. Iba a salir a comprar un par de naranjas, y me encontraba ahora con semejante botín. -¿Pero estás bien?¿lastimaron a alguien?.
-no no…- responde, y se queda en silencio.
-¿no no qué? ¿No paso nada, robaron y se fueron?
-claro…- vuelve a quedarse muda.
Como no me respondía más nada, pensé en continuar:
-bueno, voy a ir a ver si necesitan ayuda. Vos anda a tu casa y relájate.
-no- dijo revoleando el brazo, quitándole importancia-, no pasa nada.
Con mi rostro le expresé mi intriga seguramente, porque de inmediato agregó:
-Yo dormí bien anoche. No necesito descansar.

Mientras hablábamos vi venir a otra vecina de la cuadra, supuestamente de la verdulería. Pero no traía aire morboso. De hecho, caminaba con tanta tranquilidad, que cualquiera hubiera pensado que en su día no había pasado nada emocionante. Incluso llegó a donde nosotros estábamos, y saludando solo con la mano, continuó su paso.
-Ester- le dije. Ester volteó y volvió.
-¿venís de la verdulería?
-sí- respondió. Inocente.
-¿y no viste nada raro?
Ester se interesó por la pregunta.
-Haber dejame pensar- respondió mirando hacia el suelo, tomándose el labio con la mano. –Ahora que lo decís, creo haber visto algo raro. Sí. Que es una verdulería, y sin embargo venden sobre un estante, que esta a la derecha cuando entras, alimento para gatos y perros. Y también tienen las piedritas para la caja donde hacen cacona los gatos. Sí. Eso me llamó la atención. ¿Está bien? ¿Era eso de lo que se trataba?
Desconcertado:
-no- respondí-, pero es una muy buena observación. Yo lo había visto, pero no prestado mayor atención. No. Yo me refería a que robaron, me dijo Elsa- dije señalándola a ella, pero Elsa ya no estaba detrás mío, ahora caminaba con paso rápido y silencioso hacia su casa, con su cartera entre las manos como si la acabara de robar.
-Elsa- le grite pero solo hecho una mirada a hurtadillas sobre su hombro; luego abrió velozmente la puerta, y de un portazo se metió dentro de su casa.
Miré a Ester. Ester me miraba a mí. Ninguno de los dos podía explicar lo sucedido.
-Elsa me acababa de decir que en la verdulería entraron a robar, que los apuntaron y ataron, y tiraron unos tiros- dije desorientado-. ¿Vos viste o escuchaste algo?
-No. No no no, nada. De hecho vengo de allá y el funcionamiento era completamente normal. El verdulero, que siempre está serio, incluso hoy parecía esbozársele una pequeña sonrisa. La mujer se reía feliz; quizá anoche hayan tenido, finalmente, sexo. Ella me había comentado que andaban mal en la cama, así que capaz, no se…- Ester comenzaba con los chusmeríos y no tenía ganas de saber de eso. Además de cansado, estaba completamente empapado, quería llegar a casa para desayunar, calentito, no sea cosa de coger un resfrío. Despedí a Ester que ya proseguía su camino, y enfile para la verdulería.

-¡Buenos días!- salude al entrar. No había nadie. Estaba completamente vacía. “¡Hola!” agregue. Nada. Salí a la vereda, y me encontré con Lorenzo:
-Hola pibe- me dijo.
-Hola Lorenzo.
-¿no hay nadie?- advirtió la irregularidad.
-así parece. No se qué pasó…
-¿cómo andas vos tanto tiempo pibe? ¿Qué haces de tu vida?- interrumpió, bonachonamente.
-Yo…- me detuve-; Lorenzo está pasando algo muy raro-. Lorenzo levanto el oído –Muy raro…- alcance a decir.
-Sí- repuso Lorenzo-, he leído algunas notas tuyas. Escribes muy feo. Mierdas que aburres. Le he dicho a mi mujer que no había conocido fiasco más grande que el tuyo, y ella ha encontrado uno. Solo escribe peor que ti un analfabeto. Ja, Ja, Ja- rió sarcásticamente, inflando y desinflando su pecho con cada carcajada. Me apoyó la mano en el hombro, como compadeciéndose, y agregó- No mentira; era broma, solo escribes feo- yo lo miraba, inmutable. –Pero hablando en serio, he notado en tus notas que tocas problemáticas que indican que algo no anda bien. Si a eso te referías con que algo no andaba…-
-no- lo detuve. –Estoy hablando en serio. Salí de casa…- pero no dejándome continuar impuso:
-¿serio?¿tú puedes hablar algo serio?- exclamó largándose nuevamente a reír descostilladamente.
Me quedé contemplándolo como quién presencia algo estúpido pero inevitable. Esperaba que termine. Disfrutaba que se atore riendo y tosa como un fumador ya consumido por el cigarrillo. Qué necesite sostenerse de mi hombro para restablecerse; eso ya hablaba de quién era más serio y prudente.
-¿terminaste con tu idiotez, marmota?- pregunté con mala onda, pegándole un coscorrón en la cabeza.
-Ey ey, esperá. No te calentés, te estoy jodiendo- dijo poniéndose serio. No sentía necesidad de continuar explicándole a Lorenzo la situación, asíque sin más cruce al quiosco de enfrente, para saber si tenían algo de información. Un cartel azul decía “Cerrado”. El quiosco también vacío. Miré en todas direcciones, poca era la gente. Lorenzo miraba desde el frente, y reía con cara tonta de que el quiosco me estaba cerrado. El viento comenzaba a hostigar al cuerpo mojado y débil. La lluvia era de a ratos más gruesa, de a ratos más fría. Con los pelos pegados al rostro, corrí hasta la carnicería, a diez metros del quiosco.
Al entrar no salude ni nada tradicional, ya demasiado patético había sido como para que yo siga confiando en que era un día normal. Miré a todos con curiosidad, algo en mi anunciaba un misterio, pero todo era normal allí adentro. Ellos, los que ya estaban ahí, me miraban intrigados, no comprendían porque yo, vecino desde siempre y supuesto “normal”, me comportaba tan suspensivo ese día.
El carnicero hecho a reír, y con él lo hicieron todos los demás. Eran diez o doce clientes, los dos carniceros, la chica que atendía la despensa, y la cajera. De tal suerte, yo era el payaso de ellos.
-¿qué pasa?- Preguntó el carnicero. Miré a todos, me repuse (hasta entonces estaba encorvado, con el oído agudizado y mirada desconfiada), pero no creí conveniente explicar todo delante de tanta gente.
-nada- respondí simulando espontaneidad. Me acerqué a la cajera, y en voz baja le pregunté:
-¿Sabés algo? ¿Sabes sí le robaron al verdulero?
Me miró, sorprendida, se mantuvo sería unos instantes y luego comenzó a reír ingenuamente, como quién ríe de los errores de un niño. Para esto todos miraban y reían también, pues suponían que me había mandado alguna. Ya había entrado torcido. Mojado, intrigante, ahora nuevamente centro de atención.
-en serio pregunto, me dijeron eso- pero mis palabras solo servían para brindar mejor espectáculo. La cajera se tapaba el rostro para reír, lo hacia despavoridamente, y no quería ofenderme “explícitamente”, pero ese modo de hacerlo resultaba aun más desvergonzado todavía.
Dado por vencido, deshonrado, dispongo a irme, y veo tras la puerta, a punto de entrar, a Elsa. Espero entonces que ella entre, pero cuando lo hace y levanta la cabeza, cuando me ve, da una vuelta rapidísima y huye, disparada como si me debiera dinero, o me tuviese miedo. Ante esto todos los presentes vuelven a reír, no tanto de Elsa, sino de que ella se había asustado conmigo, y de que, además, ella era tan intrigante como yo. No agregué más nada a toda esa ensalada, y solo me retiré, se estaba mucho mejor afuera que allí dentro.
“pero si están todos locos” repetía en mi cabeza.
-¡Están todos locos!- grité a todos los vientos dando un manotazo al aire, necesitaba descargarme. Lorenzo, que todavía estaba bajo el pequeño toldito de la verdulería, me observaba desde la distancia y reía de mi fiasco. Me apuntaba con la mano que se sacudía al son de su pecho y su ataque de tos.
-¿qué te reís hijo de puta?- le grité de vereda a vereda. Realmente estaba muy caliente. Lorenzo, desviando la mirada, continuó seleccionando sus frutas.
Vi alo lejos, corriendo por la calle, a Elsa escapando hasta meterse en su casa. Solo una mirada estrafalaria me arrojó antes de resguardarse.

De regreso a casa, frustrado, las naranjas podían pudrirse en el cajón, pero no continuarían arruinándome el día, encuentro a Valeria, que bajo el portal de su casa, contemplaba, sin mojarse, la fina cortina de agua que se extendía a lo largo y ancho de la ciudad.
Solo atiné a saludar moviendo la cabeza, pero ella me detuvo.
-Que lindo día para pasear- dijo.
-Ni que decirlo- respondí al pasar.
-que apuro que llevas- agregó, a lo que reflexioné, y volví. En verdad, mi paso era muy acelerado. Lo sucedido me había trastornado, y ahora Valeria, tan calma, parecía tener un momento para escucharme y comprender.
-Perdóname, sí, es que hoy es un día muy raro- contesté.
-Pero no lo pierdes, sales igual a la calle, vagoneta- agregó riendo. Valeria, una joven de 25 años, de linda figura y sobre todo, más que linda, sensual, había llegado al barrio unos meses atrás, a vivir sola, pues venía de otra localidad a estudiar a la mía.
-Sí. Necesitaba hacer un mandado, pero no he podido. Elsa me dijo que robaron…
-Ah. ¡Hoy hacer mandados! Vos también. ¿Por qué no los hacés otro día?
-pero te digo que…
-si nunca los haces, ¿por qué sí hoy? Eres llamativo- concluyó bromeando.
Al parecer, tampoco ella tenía intenciones de dejarme hablar. Suspiré profundamente, y pedí que me aguarde, que debía realizar un llamadito telefónico. Le pedí permiso para meterme junto con ella bajo el techo, para no continuar mojándome, aunque era inútil dado que ya estaba aguachinado, y disque en mi celular .
-Hola Loro- atendieron el teléfono-, necesitaba hacerte una preguntita sobre el lenguaje, ¿tendrás un minutito para hablarme ahora? Mirá. Lo que veo es que la gente, aunque hablando pareciera comunicarse y entenderse, en verdad no se entiende. No. En absoluto. Lo que veo es que entre más claridad uno intenta dar al mensaje, menos entiende la otra persona el sentido que le estamos dando, incluso pareciera que no tiene importancia la elaboración que uno realizare, porque al final siempre es el receptor el que entiende y responde lo que quiere y como quiere. Esta llamada además de ser un medio de evasión de la furia- dijo gritando esto- que me hicieron agarrar algunos hechos inusuales, es para que me digas, me lo recuerdes, que comunicarse es el modo que tenemos para comprendernos, pero que esta comprensión nunca es, en verdad, comprensión, sino interpretación. Qué no es posible comunicarse, literalmente hablando, sino, solo, metafóricamente. Porque yo he dicho cosas coherentes, y solo me han devuelto incoherencias; y lo mismo deben pensar todos los que conmigo hablaron, que era yo el desviado. Dímelo, por favor, dime que todos estamos locos- terminé prácticamente suplicándole al celular que me respondiere eso. Loro, como buen amigo que es, me lo afirmó. Valeria me miraba intrigada. No comprendía muy bien mi situación. Además no nos conocíamos desde hacía mucho como para omitir semejante escena. Ya más tranquilo por el asentimiento de Loro, corté el teléfono.
La miré pensando en que no hablaría de nada de lo sucedido. Haría de cuenta que el día era uno más. Como todos, sin irregularidades, sin sobresaltos, sin emociones suficientes que impulsen con fuerza a vivir. Siempre constante, siempre inerte. Nunca dando lugar a un cambio social. Sonreí, era necesario pensar pavadas, y hablar trivialidades.
-Solo necesitaba unas naranjas. Pero no es nada- dije.
-yo puedo darte algunas si quieres. Tengo, re-que-te dulces- dijo.
-oh no.
-pero sí. ¿Por qué no? También puedo ofrecerte mis naranjas- dijo masajeándose los senos. Apretándoselos y frotándolos como dos grandes naranjas. Las miré, disfrute imaginando su jugo. Pero no alcance a agregar nada (por suerte, pues siempre que hablo la embarro) que Valeria me había arrinconado contra la pared y me daba ahora desenfrenados besos intercalados con bravos suspiros de excitación, apoyándome sobre el cuerpo esas dos lindas naranjas que tenía para darme. Tomándome la mano me la dirigió hasta su pecho derecho, la otra me la coloco en su nalga, y apegándose con fuerza sobre mí, intentaba que traspasemos juntos la pared. El Agua de mi campera debería de irse evaporando, pues el calor había subido rápidamente aquella mañana de lluvia. “Solo un día tan insólito, podía traer consigo algo de buena suerte” pensé, mientras nos recostábamos en el suelo, bajo el porche de la vereda, y aprendí que “dos buenas naranjas”, reponían mejor al cuerpo que un triste jugo de frutas.