martes, 7 de agosto de 2012

Latinoamérica


Hay algo que nos caracteriza, a los humanos, y es llegar siempre tarde a los hechos. Quiero decir; llegar siempre cuando ya han sucedido las cosas, cuando ya nada hay por hacer, puesto que rumbo ya lo han trazado, y no precisamente el pueblo humano. En el mundo, lo trazan los capitostes, políticos de paises imperialistas, entre otros poderosos, y nosotros solo padecemos, como ratas de laboratorio, lo que sin amor ellos disponen. Pero hay algo que caracteriza aun más a los humanos: que se desentienden del rumbo que sigue el mundo. Prefieren que otro se haga cargo, llaman democracia este desinterés, y las consecuencias no son tan visibles como drásticas, pero todos terminamos pagando con nuestra libertad esta fechoría. Pareciera que para evitar llegar tarde, y ser parte del dinamismo del mundo, directamente nos alejamos de él, luego, solo nos enganchamos como se enganchan los caballos a un carro de carga, para tirar. Bueno, más allá de esto, de los modos de relacionarse que tiene el pueblo con los gobernantes (en sentido amplio), algo que está cerca nuestro, aunque siempre permanece velado, quisiera saber por qué, es la condición de los pueblos latinoamericanos, tanto dentro como fuera del continente. Me refiero al desconocimiento en que vivimos respecto a nuestra propia condición de latinoaméricanos. Este continente oprimido, explotado desde la conquista, esclavizado y utilizado como motor (un super motor) de los paises desarrollados, que donde levanta la cabeza la den un garrote para que se quede donde está, y cuando la baja aprovechan a ultrajar. Este continente donde habitan la mitad de los pobres de todo el mundo, donde la educación es pauperrima de pi a pa (y no por casualidad, sino por estrategias planificadas). Donde a pesar de vivir lejos del primer mundo, intentamos imitarlos en su modo de vida, donde trabajamos el doble que allá, para obtener la mitad que ellos… este continente que padeció más golpes de estado que cualquier otro, que fue victima de planes generales de militarización; millonesimas extensiones de tierras apropiadas por los imperios, pueblos sometidos a estos, en suma, y en resta, un continente capturado por las ambiciones de los primermundistas, un hermoso suelo hacinado por los escabrosos lujos que se dan nuestros amos, y cientos de miles de millones de personas asesinadas por ideología o raza, simplemente, el saldo, es incalculable, y para completar este cuadro salvaje de dominación de continentes, todo nuestro pueblo oprimido bajo ordenes y caprichos de quienes nos dominan, lentes que nos ponen para que leamos los hechos como ellos quieren que lo hagamos. No solo llegamos tarde a los hechos, sino que cuando llegamos, los vemos del modo en que los dominantes quieren. ¡estamos en problemas! Entonces, me pregunto ¿qué impide a los latinoaméricanos, percatarse de su condición dependiente, de su posición de sumisión, frente a los grandes imperios? ¿Por qué a pesar de todos los datos, seguimos creyendonos paises libres? Más allá de alguna que otra política independiente, lo cierto es que nuestras decisiones deben pasar por ellos y ser aceptadas, de lo contrario es revocada, por las buenas o las malas, y en caso de resistencia, con titulo de comunistas, nos arrasan con una balacera de argumentos que nos perforan junto a las balas reales, y nos dejan como un colador, tanto a nosotros, como a nuestro continente. ¿por qué nos cuesta tanto pensarnos así, tal cual donde estamos, con el pasado y presente que tenemos, para ser más sensatos a la hora de hablar sobre nosotros y el mundo? Creo que, además de llegar tarde, nosotros, los latinoaméricanos, pueblo padeciente de los mil modos de violencia, hemos perdido la capacidad para criticar nuestra propia vida; tras cada dictadura o guerra, aniquilan la memoria, la identidad, defenestran nuestros valores y dilapidan nuestro honor. De nosotros quedan cuerpos vivos, seres muertos. Muertos con piel, o piles funestas. Eso esperan de nosotros, los imperios. Un continente muerto, habitado por esclavos, mano de obra baratisima. La esclavitud del siglo XXI (que por cierto, viene desde el siglo XV), no tiene reparos ni velos, no le interesa disimular; puesto que la disimulación ya viene dada por la larga historia que nos carateriza y condena. En fin, la maldición que pesa sobre nosotros es el desconocimiento de nuestra propia condición de oprimidos, más esto no es casualidad, sino, un método para que todos nosotros, pueblos bellos y apresados, no podamos pensar ni hacer nada al respecto. Como dije, pasado y presente parecen irreductibles, inmodificables; por la fuerza nos hacen pensar que el futuro será idéntico, y mientras lleguemos tarde a los hechos, no seamos parte del rumbo de estos; para peor, mientras lleguemos tarde y ensima no sepamos interpretarlos; peor, mientras ni siquiera podamos comprender de qué se trata ser latinoaméricano, difícilmente lograremos revertir esta situación que a todos nos asfixia, más como nos hemos acostumbrado a respirar sin aire, o de aires viciados, aceptamos sumisos, como siempre, que prosiga.

lunes, 5 de marzo de 2012

el proceso reduc-cativo

Los seres humanos disponemos de un intelecto capaz de procesar datos abstractos, elementos mentales, que tienen su modelo en la realidad objetiva, y sobre ella luego podrán re-vertirse, de tal modo que consigue influirla, modificarla. Podemos modificar el mundo y la naturaleza (dentro de ciertos parámetros) como ningún otro ser vivo conocido. De niños, la mente se va aguzando hasta ser filosa relfexión de contenidos complejos. Llegados a adultos, se supone que dicha capacidad mental, ha ido progrezando hasta llegar a su extremo; la educación y el sistema social, se jactan de ser ellos, los que llevan al hombre desde su condición animal infantil, hasta la persona racional, reflexiva, crítica, capaz por su condición privilegiada dentro del reino animal, de elevarse por sobre todo lo no-humano. Y suponemos que la pedagogía se desarrolla persiguiendo el mismo fin: pulir hasta el máximo posible, las capacidades humanas. Darle a los niños la mejor educación; que cada edad tenga un plan específico de aprendizaje; que escale sucesivos grados –en lo posible sin demorarse- para demostrar sus aptitudes; y que luego continúe aprendiendo, formándose, adoctrinándose, para ser un profesional exitoso, que funcione acorde y plácido dentro en la maquinaria laboral. Pues bien, esa es una utopía, y ya la desterraremos. Ha funcionado durante un tiempo, pero ha llegado a su fin. Ni la pedagogía ni la educación, predisponen el camino al humano para desarrollar al máximo sus atributos mentales. Son un intento, un modo de lograrlo, pero no el mejor ni más correcto. ¿Por qué se han perpetuado durante tanto tiempo? Trataremos de verlo. Seamos claros: los niños nacen con un potencial intelectual , que será afectado por las condiciones de vida de cada cual, de un modo casi determinante. Tanto que un niño librado a los lobos, no desarrollará pensamiento racional alguno. Es necesario, condición sine qua non, que intervenga otro humano, para integrarlo al mundo hablado. Más luego, ya inmerso en la comunidad, la educación será en la mayoría de los casos, con sus instituciones-escuelas, la encargada de encausar, canalizar, disponer, el camino a recorrer por el humano en su camino formativo (Hablo de la educación, pero debe hablarse en plural. Puesto que la escuela es una, entre otras, de las instituciones con las que cuenta la sociedad, el sistema, para terciar la formación de las personas). Creemos que es el único modo de hacerlo; nos atenemos al paradigma de educación de un modo obsecuente (obediente, sumiso), sin advertir, que en verdad, está performando un tipo de humano con el que la mayoría hoy en día no está de acuerdo. Los niños tienen, pese a su marcado pensamiento concreto, una capacidad mucho superior que los adultos, para llegar a conclusiones por entero inverosímiles. Parece una tontería, pero es lo que caracteriza a los genios. Encontrarle a un elemento (Ej: un resorte) más de cien usos, no le corresponde al adulto normal, y sí al niño promedio. El primero, solo capta unas pocas, el segundo, la mayoría de las veces, coincide con el adulto genio. ¿Pero qué sucede luego, que la mayoría de los niños, cuando adultos han perdido esa versatilidad mental, esa capacidad para llegar a diversas conclusiones, a partir de las mismas premisas? Pues bien; algo madurativo, inherente a la materia, quizá ejerza su influenza. Pero sin duda, otra gran influencia, es el camino de formación intelectual que han tomado (y acá se incluyen las otras instituciones con que educan a la gente). Si vemos en que se basa la educación, notamos que el periodo de ilustración ha sido el nucleo del paradigma actual. Este época histórica (acompañado de un movimiento cultural e intelectual), ha tenido por finalidad, “disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón”, por lo cual el XVIII ha sido denominado “Siglo de las luces”. -La ignorancia será combatida mediante educación- rezaba la apotema central-, un mundo mejor es posible-. Y bien que han tenido cierta razón, y también han tenido el merito de afectar al modelo educativo. Por ejemplo, entre los valores de este movimiento (que es el que persigue la institución-escuela actual) está el de conocer las obras de la era clásica. Esto supone que el conocimiento es acabado, y se recontruye sobre pilares preexistentes.------------------------------------ La característica más sobresaliente de la escuela, es el de adherir al modelo positivista por el cual, todo tiene una respuesta. Todo puede descubrirse, la razón todo lo devela. Pero en este proceso, la institución-escuela, ha perpetuado a la persona en una posición de que todo tiene, solo una respuesta. La capacidad infantil de llegar a diversas colcusiones a partir de pocos datos, se ha perdido, y ahora tiene un saber con el que se respalda: un saber escrito en los libros, que forman los pilares de la cultura. La vida deja de pensarse en la espontaneidad, y se resuelve en parapetos y tablaturas ya categorizadas. Adaptarse es el resultado del proceso educativo. La institución-escuela, articula al sujeto con el sistema social, y lo forja en este paso, para que lo haga sin resistencias. Esa es la primer gran consecuencia: suprimir, desatender, dejar marchitar el pensamiento divergente, la capacidad de obtener variadas y diferentes respuestas a un mismo planteo. No es cosa menor, cuando hablamos de la característica esencial del ser humano: la razón. La segunda consecuencia, alevosa, es el aburrimiento, tedio, desazón, sinsentido, braquitulo y perulato estado, al que lleva al alumno. Muchos logran identificarse con el ideal, soñar un estudio y por eso, mal que mal, sobrellevan con éxito la tarea. Pero muchos otros, han perdido el norte, se sienten a la deriva y no encuentran el motor para impulsarse, por ese camino que se presenta mesquino, desierto, que se presenta, en primera instancia, superfluo, innecesario. Y en mucho, su sensación es la correcta y más adecuada. La escuela sigue intentando educar al humano, del modo en que hace doscientos cincuenta años creían que era el mejor método. Los alumnos no comprenden qué tiene que ver lo que les enseñan, con la realidad que les tocó vivir. La desarticulación entre programa educativo y las condiciones de vida, por tanto, juegan el papel principal, el motivo causante del desinterés que acusan los alumnos por formarse. Los medios, las redes sociales, la tecnología, el rumbo que sigue el mundo: todos anuncia que por el camino que vamos, la cosa no marcha. El crimen organizado, en sentido amplio, crece mucho más que las soluciones. El planeta está en problemas, mucha gente está en problemas, poca gente tiene mucho dinero, y la naturaleza está avisando que a este paso no tiene para mucho más. Muchos alumnos saben esto, ¿cómo podrían adaptarse, no obstante, sin sentirse insatisfechos, metidos en un rumbo del que inevitablemente, recibirán problemas?------------------ Los que pueden sortearlo, esperando ser buenos hijos y alumnos diploma, son los que, por su lado, se “adaptan” del modo más vasallo a las imposiciones sociales y el discurso Amo, del que también son parte los padres, quienes se lo han inculcado (nunca culparía a un niño; ni a su padre: sí al sistema, que con sus instituciones forma la gente de un modo particular). Concluyamos entonces, la segunda consecuencia del modelo educativo: no ser foco de interés para los alumnos, por su lejana relación con la realidad actual, y el rumbo que ha hecho tomar al mundo. Es cierto que no es decisiva ni la única; confluyen, par a par, distintas instituciones, pero la educativa porta el papel de “iluminadora”, y termina por ser un vistazo al cajón de colecciones antiguas. A continuación, una más drástica se presenta. La institución-escuela se basa, copia su modelo, del modo en que se organiza la industria. Ya desde su constitución "Las escuelas aun están organizadas como si fueran fábricas: tienen timbres que suenan, instalaciones separadas, están especializadas por asignaturas, aun educamos a los niños por lote, les hacemos pasar por el sistema según su grupo de edad... ¿porque hacemos eso? Parece que lo más importante fuera su fecha de fabricación" . Sumen todavía que inocula en el alumno el temor al fracaso: la perspectiva del éxito (tomada del modelo económico) se vuelve el principio rector de la vida, y ya nada vale, y ya todo se somete a ello. Podemos colegir de esto, que la institución-escuela forma personas que, posteriormente, cuando adultos, trabajarán en una industria. El mundo se organiza de este modo, y la gente debe ser reclutada acorde al fin. En conclusión, la tercera consecuencia: reproduce el sistema industrial (capitalista), volviendo a la persona un fiel servidor del aparato, a costa de sacrificar su capacidad intelectual, divergente. Así de claro, muchas más son las cosas por decir de la educación actual: que achata la creatividad, puesto que desestima el arte, la música, la diversión, y pondera la lógica, el cálculo, las ciencias exactas. ¿En qué se basan para esta determinación? Lo que buscan, en primer lugar, es aminorar, hacer menguar, el nivel de pensamiento de la gente. No les benefician personas reflexivas, sino masas adormecidas, maleables, rebaños humanos. En principio perseguían el desarrollo, pero pronto reconocieron que conducía más a la estupidez, y vieron en ello, una gran ventaja. No quieren que en la escuela puedan expresarse y exponer su malestar, sino que lo sobrelleven, tragandoselo y derivandolo hacia el cuerpo y los afectos. Pues no hay lugar a afectos en la escuela. Conviene al mercado de fármacos, además, que todas las penas de la gente, terminen recayendo, por obstrucción, en las medicinas de laboratorio, mercado que hace girar al mundo en la actualidad. En este sentido, la institución-escuela, además de articular al sujeto con el sistema, lo articula con el mercado, la dependencia, de los medicamentos (que por cierto son parte de lo mismo). No conciben un alumno desanimado, desorientado, sino uno con problemas, desacorde a la norma, falto de ayuda, y en su auxilio la psiquiatría ha creado todo un manual de enfermedades que explicarían el motivo del defecto. Por tanto, a una patología le corresponde una medicación; y así el pobre alumno termina dopado, con lo que alimenta el mercado, a la vez que su interior, pobre, declina cada día más, sobre un ambiente que no busca comprenderle, sino, solo, amansarlo. "...estamos haciendo pasar a nuestros niños por el sistema educativo, a base de anestesiarlos..." La institución-escuela se encarga, por tanto, de articular al alumno a todas las demás instituciones del sistema. Es la puerta de acceso. Es el lugar donde comienza, el proceso de anulación del ser humano en su condición plena. Todo esto, desvalorar la creatividad, la diversión, negar el aburrimiento, intervenir (químicamente) sobre cualquiera que no siga al resto, responde a un fin: todo aquello que no conlleva a la productividad, todo lo que no contribuye al movimiento del sistema, queda por fuera y debe ser suprimido. En este sentido, la escuela termina por ser el comienzo, del desperdicio intelectual que se produce en el ser humano. Cualquier que crea que el mundo no va tan mal, debería comenzar por revisar su concepto de bienestar, teniendo frente a si las imágenes reales de los acontecimientos. Hambre, guerras, explotaciones humanas y naturales, despilfarro, centralización económica… y en todo esto, no tiene la “naturaleza agresiva” del hombre más influencia, que la educación que recibió a lo largo de su proceso formativo. Lo que es formación, constituye un camino de masificación, adoctrinamiento, integración al sistema, para que nada cambie, y perdure de este modo, el máximo tiempo posible. Educación que introduce al sistema capitalista. De este modo, yo tampoco me quier educar.

martes, 7 de febrero de 2012

Especulaciones sobre el conflicto de Malvinas.

Los titulares de todo el mundo rezan que el conflicto entre Argentina y Gran Bretaña por la soberanía de las islas Malvinas, no está siendo resuelto por vía diplomática. Gran Bretaña, augurando falsos argumentos, pretende quedarse con ellas, manifestando una actitud colonialista y silvestre, en pleno siglo XXI.

Argentina ya perdió su guerra en 1982, pero esa demostración de fuerza apenas si fue un indicio de qué aquel país contaba con mejor apoyo. Detrás de los ingleses, que eran potencia Per se, en la guerra de Malvinas, estaban apoyando militar y económicamente los estados Unidos, que se hacen llamar de América pero ya vemos a favor de los intereses europeos de quién elijen.
Actualmente Argentina está, militar y potencialmente, en idéntica situación de subordinación, respecto al imperio invasor. Pero no está tan sola como entonces. Ahora, con la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) –que no incluye a EE.UU. ni a Canadá-, puede pensarse en un respaldo mayor por parte de los países que la integran, no obteniendo, no obstante, el poder que tiene militarmente Inglaterra.

Al día de la fecha, 6/2/2012, Inglaterra está dando señales de que en caso de haber guerra, están dispuestos a combatirla. Saben que es más fácil y rápido para ellos, obteniendo al fin nuevamente por vía no diplomática ni pacífica, la soberanía sobre las islas. Con eso saltean las sanciones que pueden aplicarles por violar decretos internacionales, así como de enfrentar las duras críticas de algunos países que se sinceran con los hechos. Saben que una guerra, conlleva a estados de excepción en los que no rige la ley, donde vale matar y torturar y medir el tamaño a partir de los martirios, en donde las Malvinas, efectivamente, siguen siendo de ellos.
Además de esto, de ser una potencia que confía en su poderío, cuenta con el respaldo certificado de EE.UU. (que ya no existe como país, sino más bien como un aglomerado de capitalistas y empresariados, que no dejarían pasar una oportunidad como esta, para obtener luego su gran tajada de petróleo, actividad que parece el motivo fundamental de la trifulca que libran los ingleses.)

EE.UU. al respecto tuvo dos actitudes despreciables. Primero, anunció que Gran Bretaña estaba siendo dictadora, golpista e incoherente al querer quedarse con las Malvinas. Pero luego anunció su inversión de más de 1.500 millones de dólares, para las expediciones y extracción de petróleo que en ella realizan empresas inglesas.
Luego intentó mediar entre Argentina y Gran Bretaña, invitando a la solución pacífica del conflicto, pero viendo que a nada se llega (puesto que son sordos los oídos Británicos), reveló hace pocos días que de darse la guerra armada, ellos estarán del lado del imperio invasor, de los ingleses.

A la vista de todos los hechos, Argentina debe evitar por varios motivos la guerra. En Primer lugar porque militarmente es inferior, y una derrota se hace inminente. En segundo lugar, porque al librar una guerra, entra al juego de que se decida si son nuestras o de ellos las islas, a partir de la fuerza, cuando lo que tiene que conseguir, es que entre en el camino de la diplomacia y el dialogo. En tercer lugar, no menos drástico, es que la guerra sería una invitación a los EE.UU. para arrebatar contra los que se oponen a sus intereses, como es el caso de varios países de Latinoamérica, que ya no soportan el sometimiento.

El conflicto que está caliente y tenso en este momento, se ve agravado por voces que se suman a la disputa. Pensar enervado puede hacer trastabillar hasta al más estratega. Chávez (presidente de Venezuela) anunció ayer su apoyo incondicional a la Argentina, y añadió que “Si al imperio británico se le ocurriera agredir militarmente a la Argentina, Argentina no estará sola”. Con eso lleva el problema a la dimensión de guerra donde no deberíamos ingresar. Completó diciendo que su país no es una potencia, pero “algunos hierros tenemos y voluntad para enfrentar cualquier agresión imperialista”. Apoyo la emoción de Chávez para impedir que el imperialismo siga haciendo estragos y creo que en el futuro, esa va a ser la actitud que pueda liberar a los pueblos. Pero no puede esperar que hoy día consigamos algo por esos medios, cuando las potencias que nos enfrentan son Gran Bretaña y EE.UU., con lo de grandilocuentes y primitivas que resultan.

Preferible, es cobarde pero sensato, perder las Malvinas, a perder la independencia. Supongamos que se llegue a la guerra; de vernos involucrados varios países latinoamericanos, nos declararían (los atacantes) como subversivos antidemocráticos, motivo suficiente para reinstaurar a fuerza de armas la “democracia” en todo el continente. EE.UU. no dejaría pasar la chance de atacar a mansalva a los países involucrados, en principio para adueñarse de las riquezas y los recursos de ellos, como lo hacen en cada guerra, en cada conquista. Pero además, con miras a reforzar la dominación ideológica y cultural, modo en que logran imponerse no por las buenas, a todo el mundo (símil a como los colonos sometieron a los nativos).
Claro ejemplo de este tiránico modo de proceder, es que ya lo hicieron con el plan Cóndor de 1975, cuando un golpe de estado sistemático azotó a varios países latinoamericanos la vez (incluida al año siguiente Argentina).
Argumentaban para eso, que el pueblo se estaba volviendo subversivo, cuando lo que en verdad sucedía era que los obreros organizadamente, se estaban apropiando de los medios de producción, dándole una patada en el culo a los capitalistas, que naturalmente, obtuvieron el amparo de su natal y mortífera superpotencia yankee, y volvieron a imponer de ese violento modo, las reglas del neoliberalismo.

"La historia demuestra que Estados Unidos siempre propició golpes de Estado para controlar a los países y defender sus intereses", dijo el argentino Pérez Esquivel, premio novel de la paz.

Sin ser drástico y solo hipotetizando, especulando posibles desenlaces, siempre basándome en hechos pasados y actitudes presentes, como también así en ambiciones futuras, surge una gran preocupación para tener en cuenta:
¿Cuántos países latinoamericanos podrían volver a su condición de colonia, si una guerra de amplia magnitud, se desencadena sobre territorio latino y centroamericano? Si actualmente siguen haciendo golpes militares y guerras donde las políticas económicas no son beneficiosas para ellos, ¿qué serían capaces de hacer, en un periodo de guerra que está fuera de la ley, y donde las características del ataque permiten llegar hasta las últimas consecuencias?

Actualmente los conflictos económicos se desencadenan a la luz de todos; velarlos es prácticamente innecesario, dado que los fundamentos con que lo sustentan, no son creíbles ni para un niño.
Asusta pensarlo porque la historia siempre ha sido igual. El final es triste. Nosotros pagamos las peores consecuencias. El mundo anda loco, los imperios avasallan sin ética, frente a las cámaras de TV. que se ufanan por conseguir las mejores tomas, siempre del lado de los que ganan la batalla. Acaso una nueva guerra de Malvinas sea la escusa perfecta para hacerle la guerra a todo el pueblo latinoamericano, en caso de que este se una para la defensa común.

martes, 24 de enero de 2012

Nusterweek.

Era un hermoso día de verano, el sol radiante en lo alto achicharraba cualquier babosa que anduviera arrastrándose sin casa; la playa de Nusterweek, en plena temporada, se hallaba colmada de turistas, todos muy bien dispuestos a invertir sus ahorros en el primer gasto innecesario, pero placentero, que se le presente.
El agua, encandilada por Zeus, se mecía tan suave y levemente que el mar parecía una pileta inmensa, inconmensurable. Por esto, los adultos tranquilos, permitían que sus niños vayan nadando hasta lo profundo, donde desde la costa ni se los veía, puesto que estaba tan quieto que ni las mareas subían ni bajaban, por lo que no había peligro alguno, más que los piratas secuestradores de las aguas profundas que siempre esperaban algún nadador ocasional para victimizar. Esto sucedía porque la luna, en lo alto, se había detenido, y con ella las mareas quedaban inmóviles. También por esto el pelo de la gente, crecía rápidamente, casi visible para el observador atento. No soplaba viento, pero la fina arena dorada se filtraba por las hendijas de la gente hacia adentro de los calzones, causandoles una molestia moderada.
Nusterweek en invierno permanecía desierto, pero en verano la vorágine comenzaba a andar y no cesaba hasta llegado el otoño. No bastaban ni para los que tenían plata los escasos alojamientos, y cualquiera con pocos recursos no podía siquiera imaginar, albergarse bajo un techo fijo.
Por tal motivo J. se encontraba allí, disfrutando distendido desde un domingo desasosegado, en que malherido por su ex amor, había decidido partir para olvidarse de todo cuanto lo hiciera sufrir. ¿Pero cómo escaparle a la vida, que era su principal condena? “Tampoco es pa´tanto” afirmó en voz alta, y se libró de la obligación natural a la sociedad, que es andar con éxito, y siempre con todas las necesidades satisfechas. “Vivir un poco en falta, también tiene su propio sentido”.
No llevaba dinero prácticamente, y su único paradero era un escondite improvisado entre los muros de dos edificios en ruinas, de los cuales a menudo se desmoronaban cascotes y pedazos de cemento, que J. con agilidad y muy aguzados reflejos lograba esquivar hasta cuando dormitaba.
Las condiciones materiales en que se encontraba, no eran, sin embargo, peores que sus condiciones sentimentales, que habían sido prácticamente aplastadas por un enorme derrumbre de un iceberg gigante, sucumbido bajo colosales témpanos de hielo.
Estaba tan destruido su corazón, su mujer lo había dejado por su primo, que todo su cuerpo se marchitaba e incluso, sus ganas de vivir, tocaban fondo con las patas, por donde la angustia ingresaba a su ser. No quería comer, ni aunque lo invitasen al mejor restaurante. Cerrado el estómago, lo único que ingería era oxigeno para mantenerse vivo. Había desligado el placer y el disfrute, del acto de alimentarse. Ahora, le aburría y le causaba una molestia, que el cuerpo dependa de eso.
De mañana salía a llorar por los muelles, de tarde se sentaba melancólico en la playa; solo llegada la noche, con unas cajas de vino encima, conseguía distraerse, olvidar sus penas, cargar de energías su espíritu, y salir a platicar con la gente, sonriendo y entregandose al mundo en busca de un nuevo amor. Pero era tal su contradicción que siempre terminaba peleando con bandas de adolescentes, puteando comerciantes, pateando tachos de basura, o corriendo desnudo, por lo que noche tras noche, lo demoraban una horas en la comisaría, de la que lograba evadirse expresando sus lamentos y sufriente corazón. Cada noche prometía que sería la última de líos, pero como agua de catarata, siempre volvía a caer.

Una tarde, luego de cuatro días de inmovilidad lunar y marina, y de crecimiento piloso constante (al punto que mucha gente parecían personas lobos) J. se acercó al agua; estaba tibia. El sol sofocante, lo instaban a refrescarse. Le tenía respeto al mar, puesto que allí había perdido a su tío preferido, muerte desde la cual nunca más se había atrevido a bañarse. Ese tío muerto, y el hijo de él, le había quitado a su esposa. Que diferentes esas dos personas. Pero algo ese día era diferente. Algo lo tentaba, algo despertaba dentro de él y pedía que le den lugar, que lo dejen nacer; y no era hambre por los churros, ni las pulseritas que vendían en la playa. No era algo que anduviese por tierra, sino en el mar; a lo lejos, en el horizonte, detrás de la la linea visible de agua… era una voz familiar que lo invitaba a unirse… eran los gritos de ahogado de su tío, que pedían auxilio, atragantado por el agua a borbotones.
J. Oía algo así como:
“Auxghhh… Auxghhh… ¡AUXILIOOOghhh! …. …. Auxilghh…”
Sin pensarlo, sin discernir que se trataba de una alucinación, decidido como hacía años no estaba, J. se arrojó al agua y comenzó a nadar descontroladamente, tratando de recorrer el mar en pocos segundos. Nado hasta quedar exhausto sin detenerse, cruzó arrecifes y acantilados, sobre peces y bajo gaviotas, hasta finalmente detenerse. Agitado, dio vuelta y miró la costa de donde venía, pero no vió nada. Hacia cualquier lado que observara, lo rodeaba el mar. No había salida firme de allí.
La amplitud del oceano comenzó a asfixiar su diminuta existencia; su fragilidad se hacía añicos ante tan ampuloso cuerpo liquido y azulado. No pudiendo contenerse, colmado de desesperación, comenzó a padecer palpitaciones. El aire le faltaba. Aunque intentaba mantenerse a flote, cada vez se hundía más y para evitarlo, debía nadar más rápido, ejercicio que lo agotaba rapidamente y le hacian perder el control, y para peor seguía hundiendose. Enfrentado a su propia vida, solo frente al mundo, en medio del mar, J. sintió estallar su corazón, y luego de un dolor súbitopunzante, quedó desmayado flotando lejos de todo auxilio. Una muerte inminente asediaba la vida de J., cuando sorpresivamente, una ambulancia de mar lo encontró flotando, lo cargó y lo llevó hasta la costa, desde donde fue trasladado inconsciente, hasta el hospital Lameme El Delgado, de Nusterweek.



2

Recostado sobre una camilla desplazable, J. recorría a toda velocidad los pasillos del Lameme, accionado por los enfermeros y el médico, que lo llevaban a la sala de urgencias a toda velocidad. Con una mascarilla intentaban darle oxigeno, dado que estaba padeciendo un paro cardiorespiratorio. Llegados a la sala le hicieron rehabilitación cardíaca, y afortunandamente, el bobo, recomenzó a pulsar.
Una muerte de veintiocho segundos toleró, el debilitado y ajetreado cuerpo de J.
En medio de la nebulosa que apesumbraba a J., pudo ver que dos enfermeros lo lavaban. Luego lo vistieron y lo llevaron en camilla, a terápia intensiva. Ahí pasaría unos días en rehabilitación.
A las dos horas del accidente, ya conciente pero sumamente fustigado, una señorita vestida de blanco visitó a J. para hacerle unas preguntas.
-Buenas tardes, señor- saludó la señorita-, me llamo Malena- agregó-, soy la administradora del piso- agregó, sin dar lugar a que J. salude-. Tengo unas preguntas para hacerle- continuó, y sin preguntarle el estado de salud ni cualquier otra banalidad, comenzó:
-Nombre Completo.
j. pensó un rato, como ido, luego respondió:
-J. C. C., y tengo 8 edades.
La señorita quedó absorta, y con dificultad preguntó cuando pudo salir del asombro:
-¿cómo qué tiene ocho edades?
-¿Qué te importa? Respondió irritado-. ¿O acaso en mis años de vida está lo que constituye mi propia vida? Mi edad no dice nada de mi, estúpiuda- retrucó con violencia.
Casi horrorizada, Malena clavó postura militar, y subiendo el tono, logró controlar el miedo, y contraatacó:
-Escuche usted señor: No me falte el respeto ni levante la voz, porque para eso lo mandamos a una comisaría. Acá queremos ayudarle, así que por favor tenga la cordura de permitirnos trabajar en paz. ¿Quedó claro?- preguntó reafirmando su poder. Ante el silencio de J., repitió, alzando el tono-: ¿Le quedó claro?.
-Nooooo… soy tontoooooo, no entiendoooooooo…..
La señorita puso cara de repugnancia, sacudió la cabeza y señalandolo con su uña larga y afilada, pintada de violeta, amenazó:
-Ni una impertinencia más, o lo hago detener, rufián- etiquetó.
Como desafiado a combatir, J. se sentó y comenzó a aullar y sacudirse sobre la camilla, como un chimpancé desacatado, intimidando a Malena que retrocedía sin ser conciente hacia la puerta. Luego de un acting de diez segundos, J. recobró la calma.
-¡Ya verá! ¡Ya verá!- apercibió con firmeza la señorita, señalandolo con el mismo dedo, ante lo cual J. descarriló, y ya se bajaba de la cama para abofetearla, cuando la señorita arrojó lapicera y cuaderno al aire, y a los porrazos salió corriendo a toda velocidad, doblando accidentadamente hacia el corredor, en el que por el ruido de sus tacones, se pego deportiva patinada. Entonces J. se quedó en el intento, subió el pié a la camilla, y sin comprender porque se encontraba tan malhumorado, se empezó a hacer el dormido para que no puedan interpelarlo tan lucidamente.
A los pocos minutos del mal entendido, llamemosle así para soliviar la responsabilidad de nuestro personaje en los hechos, ingresaban a la habitación dos oficiales, uno de cada sexo, pero ambos dos reconvertidos sexualmente a su contrario, seguidos por Malena, y el psiquiatra que atendería a J.
-Señor ¿Cuál es su problema? Preguntó sin vueltas el oficial.
J. Se hacía el dormido. Por lo que Malena comenzó a reatar en voz alta los acontecimientos.
Los contó tal cual fueron, y J. escuchó la historia y le sonaba a que tenía toda la culpa, pero no podía dar ahora el brazo a torcer, o se lo retorcerían aun más en la comisaría. Mientras escuchaba la barracuda y parlinchesca voz de Malena, pensaba en como proceder para salir holgado de menudo apriete.
Decidió hacer lo siguiente. No hablaría con más de uno a la vez. No hablaría frente a todos, bajo ninguna circunstancia. Entonces, interrumpiendo a la señorita, finalmente habló:
-Esto es un circo innecesario. Lo que ella dice es verdad, pero como toda verdad, es parcial. Si quieren que cuente mi verdad, deben escucharme, pero para eso, necesitamos hablar personalmente; no puede una verdad contarse a todos por igual; eso sería una mentira. Mi verdad, la doy en intimidad, esa es mi condición- auguró con demagogia, y se dio vuelta haciendose el desinteresado.
Los rostros de todos con su inexpresividad, expresaban el mambo que les había armado emejante exposición. Y al parecer, surtió efecto, puesto que los oficiales, jóvenes quizá para cargar con la autoridad, cedieron al pedido, y aunque esto le disgustó al psiquiatra y a Malena, estos no arguyeron nada por temor a contradecir las ordenes oficiales.
Primero habló con los oficiales, a quienes dejó entrar de a dos dado que por su profesión se los podía fusionar a uno. Les dijo que estaba muy mal herido de amor, y que era quien siempre quedaba detenido por hacer berrinches y chirimboletas en el centro, pero que era un tipo tranquilo, criado a bien, y siempre católico (esto era mentira pero le daba gracia la compasión que esto generaba en la gente).
Los oficiales le recomendaron calma, puesto que sino deberían detenerlo, y ante los ruegos de J., le juraron mediar entre él y la señorita, para que todo se resuelva por la vía de la paz.
Luego entró el psiquiatra, quien con una mirada afianzada a los incuerdos, sin embargo, lo observaba con desconfianza. Medio de costado, repeliendo el contacto directo. J. lo saludó tendiendole la mano, la cual el psiquiatra, apodado Pepe, tomó, y agitaron en conjunta señal de confianza.
J. era entrador, y manejaba las señales que desencadenan la amistad entre las personas, con maestría, puesto que a lo largo de su vida, se había interesado en ser parte de los que transmiten la paz en el mundo. Pero hoy era un día particular. “Hoy estuve a punto de morir doctor” dijo a Pepe. “En verdad hace tiempo estoy a punto de morir; una muerte sin causa, una muerte por despedazamiento; como cuando una represa agrietada colapsa y deja pasar en un santiamén todo lo que mantenía; así moriré yo de dolor y a puro destriperio…” y comenzando a lagrimear prosiguió: “usted debe entenderme: mi mujer me ha dejado por otro hombre. Un hombre de mi sangre, un primo mio, que para peor, tiene una nariz gigante… ¿qué es lo que le ha visto a ese patán?” y largó un llantó desconsolado invitando de brazos abiertos al psiquiatra a que lo abrace. Pero hombre frío y ético, el psiquiatra lo mantuvo a distancia y solo lo consoló con su mirada y sus palabras.
-Debes estar tranquilo, o tu estado tardará en recuperarse. Entiendo tu pena, hermano, pero la vida sigue, y tiene otros sabores que probar que una mujer, disfruta la vida, que es solo una-. Luego de una reflexión aparentemente sincera, el Pepe agregó a modo de chiste, para levantarle el ánimo:
-Seguramente ese primo que te ha traicionado, y que es narigón y según dices, patán, tenga un atributo significativo, acorde al tamaño de sus defectos- crucificó, riendo en voz baja de modo sarcástico.
J. se enervó al punto que estaba por saltarle a golpearlo, cuando el psiquiatra lo sacó de su ensueño al decir:
-Yo soy Pedro Fernandez, y soy tu psiquiatra designado. Te seguiré de cerca para poder controlar que todo vaya bien. Solo queremos que te recuperes.
J. escuchaba esta chachara, y solo lograba enconarse. Gracias a esto pudo entender porque le causaba tanto asco tratar con empleados del sistema de salud, aunque todavía la idea no era clara y solo luego de un tiempo, comprendió con claridad.
Lo irritaba la mentira, y para J. era mentira que el hospital deseara su bienestar. Lo que deseaban era plata. Puesto que miles de personas mueren por no tener salud, y eso por no tener dinero. “El objetivo es el dinero” pensó en voz alta, sin contenerse.
-¿Cómo?- interpeló atento el psiquiatra.
-Nada- respondió J.-. Solo que no creo en ustedes.
Asombrado, Pepe profesó:
-¿Asíque no crees en nosotros? Pues te informo que somos los únicos que podemos hacer algo contigo; gracias a nosotros la gente vive hasta los ochenta años y mantienen su salud casi integra durante toda su vida. Si no fuera por nosotros, ahora estarías enterrado en la…
-Hecho abono estaría, eso es lo que pasa con los muertos; regresan a la vida, todo lo que compone el universo se desplaza, y eso para mi también es parte de la vida- interrumpió atolondrado J-. La vida no es solo humana, ni siquiera animal, la existencia es en sí, para mi, un modo de vida.
Luego de pensar lo oído, Pepe condenó, ofendido pero cauto:
-Por lo que veo, eres un tremendo ignorante. Puede que estés loco, pero de eso no eres responsable. De lo que deberías hacerte cargo es de tu ignorancia. Si no fuera porque tengo el compromiso ético, te dejaría librado a tu suerte, si tal es tu deseo- y finalizando con esto, dio media vuelta para retirarse. Estaba llegando al dintel, cuando de atrás J. reprochó:
-Como la inquisición.
Pepe volteó furibundo.
-¿Qué dices?
-Que el sistema de salud haría de los que no creen en la medicina, como hacía la iglesia católica con los que renegaban de dios. Los quemarían, si no fuera porque hoy, hay un compromiso ético que respetar- fundamentó J.
Ante el desconcierto del psiquiatra, continuó:
-No es mi salud lo que persiguen, sino mi dinero, y yo no tengo nada, por lo que tendrán que exprimir al gobierno. Ja, Ja, Ja- dijo riendo a toda voz-. Yo no voy a ser victima de sus ambiciones. Conmigo se joden, y no se llenan de plata a mi costa. Yo no tengo nada, y podrían dejarme en la calle en este mismo momento, que es lo que harán cuando vean que por ningún medio conseguirán dinero que me pertenezca, pues nada me pertenece.
Con cara de indignación, Pepe lo mandó al infierno, y fuera de sí abrió la puerta para retirarse, cuando J. le gritó:
-Son los herederos de la iglesia. ¡Mafiosos! No me someteré a su orden- alcanzó a decir, antes de que le cierren la puerta.
Por supuesto, Malena ni hizo el intento de entrar, y durante toda esa noche lo mantuvieron bajo llave, y sin dispensarle ningún tipo de cuidado. Ni alimentos ni agua, si queria algo podía ir al baño, que era todo lo que tenía. Una especie de suplicio, al mejor estilo católico, donde dan tiempo y lugar para que el afectado, se retracte en su actitud.