martes, 7 de agosto de 2012

Latinoamérica


Hay algo que nos caracteriza, a los humanos, y es llegar siempre tarde a los hechos. Quiero decir; llegar siempre cuando ya han sucedido las cosas, cuando ya nada hay por hacer, puesto que rumbo ya lo han trazado, y no precisamente el pueblo humano. En el mundo, lo trazan los capitostes, políticos de paises imperialistas, entre otros poderosos, y nosotros solo padecemos, como ratas de laboratorio, lo que sin amor ellos disponen. Pero hay algo que caracteriza aun más a los humanos: que se desentienden del rumbo que sigue el mundo. Prefieren que otro se haga cargo, llaman democracia este desinterés, y las consecuencias no son tan visibles como drásticas, pero todos terminamos pagando con nuestra libertad esta fechoría. Pareciera que para evitar llegar tarde, y ser parte del dinamismo del mundo, directamente nos alejamos de él, luego, solo nos enganchamos como se enganchan los caballos a un carro de carga, para tirar. Bueno, más allá de esto, de los modos de relacionarse que tiene el pueblo con los gobernantes (en sentido amplio), algo que está cerca nuestro, aunque siempre permanece velado, quisiera saber por qué, es la condición de los pueblos latinoamericanos, tanto dentro como fuera del continente. Me refiero al desconocimiento en que vivimos respecto a nuestra propia condición de latinoaméricanos. Este continente oprimido, explotado desde la conquista, esclavizado y utilizado como motor (un super motor) de los paises desarrollados, que donde levanta la cabeza la den un garrote para que se quede donde está, y cuando la baja aprovechan a ultrajar. Este continente donde habitan la mitad de los pobres de todo el mundo, donde la educación es pauperrima de pi a pa (y no por casualidad, sino por estrategias planificadas). Donde a pesar de vivir lejos del primer mundo, intentamos imitarlos en su modo de vida, donde trabajamos el doble que allá, para obtener la mitad que ellos… este continente que padeció más golpes de estado que cualquier otro, que fue victima de planes generales de militarización; millonesimas extensiones de tierras apropiadas por los imperios, pueblos sometidos a estos, en suma, y en resta, un continente capturado por las ambiciones de los primermundistas, un hermoso suelo hacinado por los escabrosos lujos que se dan nuestros amos, y cientos de miles de millones de personas asesinadas por ideología o raza, simplemente, el saldo, es incalculable, y para completar este cuadro salvaje de dominación de continentes, todo nuestro pueblo oprimido bajo ordenes y caprichos de quienes nos dominan, lentes que nos ponen para que leamos los hechos como ellos quieren que lo hagamos. No solo llegamos tarde a los hechos, sino que cuando llegamos, los vemos del modo en que los dominantes quieren. ¡estamos en problemas! Entonces, me pregunto ¿qué impide a los latinoaméricanos, percatarse de su condición dependiente, de su posición de sumisión, frente a los grandes imperios? ¿Por qué a pesar de todos los datos, seguimos creyendonos paises libres? Más allá de alguna que otra política independiente, lo cierto es que nuestras decisiones deben pasar por ellos y ser aceptadas, de lo contrario es revocada, por las buenas o las malas, y en caso de resistencia, con titulo de comunistas, nos arrasan con una balacera de argumentos que nos perforan junto a las balas reales, y nos dejan como un colador, tanto a nosotros, como a nuestro continente. ¿por qué nos cuesta tanto pensarnos así, tal cual donde estamos, con el pasado y presente que tenemos, para ser más sensatos a la hora de hablar sobre nosotros y el mundo? Creo que, además de llegar tarde, nosotros, los latinoaméricanos, pueblo padeciente de los mil modos de violencia, hemos perdido la capacidad para criticar nuestra propia vida; tras cada dictadura o guerra, aniquilan la memoria, la identidad, defenestran nuestros valores y dilapidan nuestro honor. De nosotros quedan cuerpos vivos, seres muertos. Muertos con piel, o piles funestas. Eso esperan de nosotros, los imperios. Un continente muerto, habitado por esclavos, mano de obra baratisima. La esclavitud del siglo XXI (que por cierto, viene desde el siglo XV), no tiene reparos ni velos, no le interesa disimular; puesto que la disimulación ya viene dada por la larga historia que nos carateriza y condena. En fin, la maldición que pesa sobre nosotros es el desconocimiento de nuestra propia condición de oprimidos, más esto no es casualidad, sino, un método para que todos nosotros, pueblos bellos y apresados, no podamos pensar ni hacer nada al respecto. Como dije, pasado y presente parecen irreductibles, inmodificables; por la fuerza nos hacen pensar que el futuro será idéntico, y mientras lleguemos tarde a los hechos, no seamos parte del rumbo de estos; para peor, mientras lleguemos tarde y ensima no sepamos interpretarlos; peor, mientras ni siquiera podamos comprender de qué se trata ser latinoaméricano, difícilmente lograremos revertir esta situación que a todos nos asfixia, más como nos hemos acostumbrado a respirar sin aire, o de aires viciados, aceptamos sumisos, como siempre, que prosiga.