viernes, 29 de octubre de 2010

Con una compañera surgió un dilema: una elección existencial, ¿consiste necesariamente en una elección por demás importante, tracendente, determinante, o, por el contrario, cada elección cotidiana, cada desición que tomamos, por más insignificante que parezca debería considerarse existencialista?
Yo considero que el humano debe elegir constantemente; cada desición tomada, compromete a toda su persona; su pasado, su historia, sus afectos, sus expectativas...
Pero además, compromete todo su futuro; poruqe si yo elijo mirar Tineli en vez de hacer algo "mas productivo", entonces ¿no estoy decidiendo el rumbo futuro que va a tomar mi vida? ¿no me estoy permitiendo determinadas posibilidades, e imposibilitando otras? Cada desición tomada en el presente, sea cual sea, incluye a toda la persona, Dasein (ser ahí: en el mundo, existiendo), que está afectada por su historia, e influenciará sobre toda la existencia personal futura. ¿La remera roja o la negra? Si esta elección no fuere necesaria ¿por qué habría de plantearsela un individuo? y si se la plantea ¿por qué lo hace? ¿no es toda la vida de la persona, toda su existencia, la que conlleva a tal desición? Nadie discute que los actos, las elecciones sean de diversas magnitudes, así quitarse la vida es más determinante que tomar un helado; pero, en el fondo ¿y si no quiero el helado?¿alguien podría obligarme? Si alguien tiene fobia a los pies ¿no es esta una cuestión existencial propia de quien lo vivencia? "Es parte de la religión", de la libertad, de la persona en cuestión, que desde que piensa y se dirige hacia el mundo, ya no es un autómata, sino alguien que vive y siente y es responsable de su angustia y su responsabilidad: ahí la cuestión existencial de toda desición, que conlleva a la responsabilidad de sí mismo en todo momento, y nadie puede responder por nosotros para evitarnos el compromiso.

martes, 26 de octubre de 2010

Una vivencia extraordinaria

Luego de varios años de egresado regresé a mi antiguo colegio, con motivo de un acto, una celebración, bien no recuerdo. Fui con mi mama, que por haber trabajado ahí también la invitaron. No fue muy significativa la charla, lo interesante sucedió luego.
Resulta que a la salida, mientras atravesaba ese portón tantas veces cruzado tiempo atrás, reconocí a dos ex compañeros que hablaban sentados en un escalón. No los salude, me dió, quién sabe, cierta vergüenza; pero caminamos unos metros con mi mama y pensé en volver; pero como las llaves de casa las tenía ella, y ahora estaba cruzando la calle, le grite que se detenga, que me de mis llaves, que yo me demoraría un rato. Como proseguía su camino atiné a cruzar, pero para entonces ella me escuchó y estaba regresando; yo, que ya llegaba a la otra vereda, nuevamente volví, pero ella otra vez, como quienes no se entienden, estaba cruzando la calle. Me detuve enojado:
-Podés darme las llaves- grité. Ella cruzo para mi vereda nuevamente, molesta por mis gritos, pero como si una fuerza la atrajera, antes de llegar, nuevamente volvío a cruzarse. Para mi incomprensión hizo esto varias veces. Finalmente, me dio las llaves, y descargándose con alguna ofensa se marchó.

Volví al portón del colegio y salude a los muchachos; de uno de ellos me acordaba claramente, del otro no tenía registro, solo sabía que había cursado en el mismo colegio mientras yo lo hacia.
-¿Cómo andan tanto tiempo?- saludé.
-Ey ¿como andás?- respondió Paris, al que recordaba.
Hablamos un poco, de todo, pero finalmente tuve que reconocerle al “desconocido” que no lograba ubicarlo:
-A ver, decime tu nombre completo- le dije.
Me respondió, primer nombre, segundo y el apellido, que ya no recuerdo; en efecto, no recordaba tampoco su nombre; pero sabía que lo conocía. Entonces me invitaron a entrar, en un aula iban a disertar gratuitamente sobre “Lo simbólico imperceptible y su relación con el cuerpo”, y “Nuevas formas de dominación social”; tales eran los títulos, y no pude más que tentarme. Aunque no conocía a nadie más que a ellos dos, acepté.

Entramos y nos ubicamos en medio de la sala, sobre el ala izquierda. Me senté al lado de Paris, sobre una mesa; era el único apoyado sobre una mesa, los demás estaban todos sentados en las sillas. Le Comente que precisamente dos días atrás habíamos hablado de él con Gonza –otro compañero-, y me parecía una inmensa casualidad encontrarlo realmente después de tanto tiempo de no verlo. Esas cosas suceden y sorprenden: cuando alguien deja de existir, para de repente aparecer por varios planos, sea hablado, sea real, combinación que hace del destino un enigma vivo.
Riendo miré hacia atrás y vi la sala repleta. Pero repentinamente los rostros de todos cambiaron el gesto, y la seriedad con que miraban insinuaban que algo malo sucedía en el frente del aula. Miré, y con sorpresa encontré un sujeto, parado en medio, con un arma en la mano; tenía rostro de preocupado, estaba encorvado, y sus ojos traslucían cierta obnubilación: no tuve mejor reacción –quizá por miedo- que ponerme de pie, acto seguido el cual me disparó, dándome en el pulmón derecho. No me dolió, pero pude sentir como mi cuerpo se desvanecía entre los gritos de la gente. La primera sensación fue terrorífica, pero de inmediato me tranquilicé pensando:
-ha llegado el momento de morir, no desesperes.

Mientras caía pensaba en mis últimas palabras, debían ser adecuadas, pues efectivamente serían las últimas. Se me cruzaron muchas cosas por la cabeza en muy poco tiempo; mi mama que le había gritado, mis amigos, mi ex novia, la vida que antes quedaba por vivir –en este punto ya no me resultaba valiosa: presenciar la muerte no era tan temible como imaginarla-, mientras tanto perdía vitalidad, y cuando finalmente quise decir “Ska-p”, ya no tuve la fuerza necesaria ni para pronunciar la primer letra. En ese instante morí (sentí como todo se apagaba; el murmullo a mi alrededor enmudeció, y mi conciencia perdió actividad) y desperté, completamente transpirado, entre las cobijas de mi cama.

jueves, 21 de octubre de 2010

Siempre la misma historia.


Siempre la misma historia te viene a la cabeza. La has recordado tantas veces que ya no sabes si era realmente así. La tristeza te lleva a recordarlo, y recordarlo a entristecer más. ¿Y qué si te sientes mal, pésimo, al ras del suelo, más abajo que un gusano? Acepta que el sufrimiento es algo esencial en todos; y en quien no lo es, entonces bien por él, pues en vida nunca deberá pasarlo. Si da vueltas sobre tus ojos, si el recuerdo irrumpe desde el fondo para instalarse descaradamente en tus ideas, si se desplaza entre tu sien izquierda y tu sien derecha para que no puedas maniatarlo, no continúes intentando olvidarlo compulsivamente; ya ves que toda una vida no ha sido suficiente. Además, de tanto pensarlo, como masa cruda ya lo has desmoldeado y vuelto a moldear miles de veces, ese recuerdo, más todas las manipulaciones que sufre en el fondo de la conciencia. Ya ni siquiera puedes decir si era de día o de noche; lo has confundido hace tiempo, y no hay dato verídico que pueda responder por vos.
Esa historia que siempre es la misma, y que te viene a la cabeza, te lleva a sentirte sola. No alcanza comparación alguna con ningún insecto, para sentirte más humillada que él; ves las ratas hermosas, los pájaros, no puedes concebirlos, como cual belleza que supera las posibilidades, y se la resigna por su sola existencia. Te defines por las piedras, con ellas te identificas; quizá ellas no sientan, no recuerden. Y comienzan a interesarte, compras de todos colores y formas, disfrutas con eso, aunque no dura mucho, ni es suficiente, ni mucho menos lo que anhelabas. Son piedras, y cuando adviertes tu igualdad con ellas, tu comparación inconsciente, las arrojas a puñados por la ventana de tu departamento, tras lo cual la cierras para no oírlas caer. No soportaste ser una piedra; pero el recuerdo nuevamente se introduce en tu cuerpo, las piedras lo habían debilitado; pero vaya entrenamiento se dio, que en su regreso lo hace con mucha más fuerza. Penetra, y pasa del pensamiento al sentimiento. Sabes que ya pensar no solo es cuestión de olvidar; ¿cómo olvidar lo que corresponde al cuerpo, hormonal, lo afectivo? Si le diste curso, si uniste las palabras con el afecto (algo que sucede naturalmente, pero si uniste pensamientos negativos a afectos negativos) conviene que continúes cavando el surco por el cual quieres que vaya; quizá no sirva de mucho, al final se sufre igual, pero al menos con tu consentimiento; una manera de decirle a tu ego (si así podemos llamar al sujeto interior que desde tu propio pensamiento se te opone) que no permitiras que abusen de tu vida tras tus espaldas; permitirás que te hagan sufrir, pero sabrás de qué modo, al menos en parte, muy diminuta parte, te están haciendo sufrir.

Te asalta el mismo recuerdo de siempre; te odias; le odias; odias la vida y la vida te odia a ti. ¿Para qué vives? Te pregunta en vos baja tu ego. No quiere que lo descubran. "Vivir es feo, reiterativo, siempre lo mismo, la misma mierda, el recuerdo va a volver, ya verás… Hazlo. Una parte de ti lo aclama". Y tú, ¿Dónde estas? ¿Por qué no puedes gobernarlo, gobernarte a ti y tu vida? ¿Eres una o dos personas?; y si fuere solo una –lo más pensable, por cierto-, ¿Cómo enfrentar una lucha semejante, donde el enemigo, es el mismo al que se intenta reparar? Y claro que hay que luchar; sin lucha no hay victoria, y sin victoria no habrá cambios. Y tu vida te apena, no podrías continuar así por mucho más tiempo. -Como las piedras- murmura tu ego-, arrójate por la ventana.
¡No!- gritas fuerte, liberando la angustia, la culpa, la desesperación, y todo lo demás, pero el grito no es suficiente. Gritas nuevamente, y otro, y otro, y caes al suelo mientras golpeas todo lo que te rodea, y lloras de dolor, y sientes que el techo baja hasta el suelo, para aplastarte.
Quizá mañana sea un nuevo día, para despertar con más ánimos. Siempre en las noches, azota la desesperación.

martes, 19 de octubre de 2010

El cielo ha enloquecido

"...una inmensa y oscura tormenta cubre el cielo, y remolinenado desde lo alto comienza a descender hasta unirse con el piso y dar lugar a un inmenso tornado. Se samarrea de un lado al otro, se retuerce y con el latigazo de su cola arrasa contra el suelo..."

El cielo enloqueció y me ha dejao atrapado en el medio; me mira enfurecido, suda sangre, y de sus destiladas gotas de lluvia acida extrae todo su tóxico y me lo lanza al cuerpo, con formas de agujas, me traspasan cada una como si fuere de papel.
El cielo ha enfurecido, ¿quién lo ha malhumorado? Relampagueante sobre mi casa, oscila enorme y rápidamente entre el piso y el universo, me aplasta cuando baja, y me eleva unos metros cuando sube; pero me suelta, y caigo desde las alturas. Golpeo duro, y me vuelve a recoger.
El cielo está atormentado; gira y gira desquiciado sobre su propio eje; ha formado un tornado con todo su cuerpo, y veo que apunta la cola directamente adonde yo me retuerzo de dolor por el suelo. Carga su furia, lo oigo gritar ¿o son más bien suspiros, de cansancio, de aversión? De repente descarga un torrente, cataratas de lluvia que agujerean al planeta cuando caen desde lo altísimo, mezcla con granizo nos llegan del tamaño de iceberg, y lo que antes lograba retorcerse bajo el despiadado trato que nos daba, ya no tenía cuerpo para seguir existiendo.
EL cielo está desquiciado, en derredor del ovalo planetario se comprime y distiende, comprime y distiende, asfixia y desintegra, explota y deja que se pierda… Por los orificios que perforan la tierra se pasea, entra por el norte y sale por el sur, pasa por el infierno durante:
-hace mucho deseaba conocerte- le dice el cielo. Satán sorprendido, incrédulo:
-¿por qué? si tu solo le brindas a los creyentes bienestar, y a mi solo me interesa atormentarlos, endemoniarlos; yo gozo cuando veo como todos se pelean; incluso disfruto cuando, bajo mi mandato, ustedes mismos disfrutan de la violencia que ven.
-oh no- intervino calmo el cielo-; no hay nada que deteste más que al propio humano ¿por qué creéis que estoy aquí? He venido a visitarte, a pactar con vos, a informarte que he arrasado contra todo…
-hermoso- murmuro el diablo; su sonrisa era ambiciosa; detrás de esos ojos desorbitados miles de proyectos macabros resucitaban.
-¿por qué no te vienes conmigo?- añadió el cielo- ¿vamos a hacer de las nuestras, vamos a reivindicarnos? Pues desde que nos han dado existencia, así mismo nos han condenados a permanecer fijos, estacados a nuestra posición y función; nos han respetado y temido, pero ¿has notado? nunca nos conocieron como era debido.
-me gustan tus palabras, camarada- respondió el diablo-. Tomo el tridente y salimos. El cielo comenzaba a despegar cuando:
-espera, ¿tienes lugar para mí?- peguntó el diablo-; todavía no he aprendido a volar.

El cielo se ha fragmentado, ya no es uno sino quintillones (o aún mayor, si no fuere porque debemos encuadrar las medidas dentro de determinado concepto) y azota desde todos lados y a todos los planetas del sistema. Junto al diablo se han acercado al sol, estos dos íntimos amigos desde siempre, y por una especie de engaño lo han sometido, y el cielo se ha reagrupado para con su humedad, hacer fuerza y apagarlo. El sol ya no será una supernova, ya no se desintegrara, ahora como una esfera de concreto apagada, como un trozo grande de carbón, de un empujón lo libran a deambular por el universo. Cada vez más ambiciosos, en conjunto arremeten contra otras galaxias, las agarran desprevenidas, y sofocan todas las estrellas que dan luz en ellas.
Pero Dios mismo ha descendido desde donde no se desciende, para impedir que prosigan su cometido:
-Ey- gritó Dios-, no voy a permitir que destruyan toda mi creación; me ha costado esfuerzo y trabajo, para que dos…
-Ey Ey Ey, escucha una cosita-, intervino el cielo, que al parecer tenía mayor jerarquía que el Diablo-, si crees que no nos está costando esfuerzo destruir todo lo que tú, con tus horripilantes manos, has construido, entonces te equivocas, viejo borracho…- y rieron juntos el cielo y el diablo deslomadamente.
-No- gritó Dios-. Inmediatamente se retiran o…
-¿o qué?¿qué puedes hacernos? Si realmente eres poderoso, entonces haznos transparentes, déjanos sin existencia, carga contra nosotros por todos los daños que te hemos causado, ¿o ya no tienes fuerzas ni siquiera para eso, viejito?
Dios contempló a estos dos rebeldes; sacó un arma, ante lo cual estos se endurecieron, incluso el diablo pidió perdón, pero acto seguido se pegó un tiro, y de su cabeza supuestamente espiritual salió un inmenso caudal de sangre, que verifico que era propiamente animal. Su cuerpo sin vida comenzó a caer hacia el vació.
El cielo y el diablo, que ni por suerte creían encontrarse a dios, que no solo lo habían visto sino que ante ellos se había dado muerte, se miraban “atónitos, asombrados, estupefactos, maravillados, pasmados, sorprendidos, boquiabiertos, patidifusos, turulatos, alucinados, fascinados, confundidos”, “como quien ve visiones, con la boca abierta, sin poder hablar”.
Tartamudeo el diablo antes de poder hablar. Todavía estaba desencajado. Tampoco él y dios nunca se habían visto; su odio era platónico, más ninguno sabía cual era el verdadero poder del otro, si acaso tenían alguno.
Al cielo, que ya había aguantado demasiado al pobre diablo, que lo creía tan poderoso y en verdad era un debilucho habitante del ínfero de la tierra, confiado además de sus indomables poderes, se le cruzó por la cabeza acabar con él, deshacerse de diablo, no le era necesario. El diablo lo miraba, pues en su rostro podía vislumbrase una idea diferente.
-¿Qué sucede camarada?- alcanzó a decir el diablo con marcado miedo, pero el cielo ya lo había devorado.

lunes, 11 de octubre de 2010

La desazón de transitar por caminos donde a cada instante se debe decidir por la propia existencia, hacerse cargo de esa vida, y de todos sus penares. A-cada-instante; siempre hacia lo óptimo, que se horroriza de lo indeseado. Esfuerzo constante, por mantenernos dentro del "sentido de la vida".
Enfrentados a la existencia (y a la cultura, y al universo, y a la cama, y a las desiciones de todos los días, al conocimiento de las causa-efecto de nuestros actos, nuestra responsabilidad, "eternamente misericordiosos -entiendase que viene de "miseria"- y humillados") luchamos solos con nuestras fuerzas flacas; a-cada-instante nos vemos arrojados (paridos) a enfrentar la vida (acaso aquí radique la importancia que tuvo siempre la madre para la cultura humana; madre como sosten, madre, o más justamente, "sentido de la vida", que brinda al ser volatil mayor solidificación; madre importante en tanto la vida es un constante renacer).
La culpa, la nostalgía, la alegría, la desilución, la incertidumbre, todo ronda nuestra vida y nuestra vida los hace rondar.
A-cada-instante únicos protagónista de nuestra propia historia. Aunque nos la cuenten, comienza y acaba con nosotros; responsable de cada idea, de cada sensación, de cada desición que, nunca pudiendo satisfacer todas las exigencias, tomamos, de ese suspiro que damos o guardamos según la frescura o vicio del aire. Solo las luces dan alguna idea acerca del terreno; pero las luces, como todo, como nosotros, están dispuestas para perecer, o peor aún, solo existen mientras las mantenemos prendidas, por lo que serían las que nos preservan de perecer: la iluminación de la vida, del sentido, vuelve a escena; y yo, como sujeto, nuevamente me encuentro sobre la tarima, pronto siempre a actuar, precipitado, inclinado hacia el futuro, de tal modo que si uno no decide constantemente, dificilmente pueda luego reponerse de la caida, si no es que queda durante largo tiempo trastabillando.
He aquí una ventaja del fracaso, del error, del trastabilleo: un momento de reflexión, de cambio, de "no tener nada solido y por tanto todo vale como solución", de recobrar la fuerza que perdimos cuando advertimos la insignificancia de nuestra condición, ya no desprestigiarse solo por tamaño: el momento del trastabilleo es un momento de creatividad, de apertura, de estabilidad (aunque en si mismo sea un desliz). En efecto, nunca el alma es tan visible, como cuando por debilidad su coraza falla y su escencia se trasluce.
Uno mismo y la propia vida, ahí a-cada-instante; la responsabilidad de ser libre, la condena que implica, la inmerecida culpabilidad y todos los años que quedan por venir; no queda otra que respirar calmo (precindiendo del azar) y continuar caminando por caminos donde a cada instante se debe decidir por la propia existencia.