martes, 26 de octubre de 2010

Una vivencia extraordinaria

Luego de varios años de egresado regresé a mi antiguo colegio, con motivo de un acto, una celebración, bien no recuerdo. Fui con mi mama, que por haber trabajado ahí también la invitaron. No fue muy significativa la charla, lo interesante sucedió luego.
Resulta que a la salida, mientras atravesaba ese portón tantas veces cruzado tiempo atrás, reconocí a dos ex compañeros que hablaban sentados en un escalón. No los salude, me dió, quién sabe, cierta vergüenza; pero caminamos unos metros con mi mama y pensé en volver; pero como las llaves de casa las tenía ella, y ahora estaba cruzando la calle, le grite que se detenga, que me de mis llaves, que yo me demoraría un rato. Como proseguía su camino atiné a cruzar, pero para entonces ella me escuchó y estaba regresando; yo, que ya llegaba a la otra vereda, nuevamente volví, pero ella otra vez, como quienes no se entienden, estaba cruzando la calle. Me detuve enojado:
-Podés darme las llaves- grité. Ella cruzo para mi vereda nuevamente, molesta por mis gritos, pero como si una fuerza la atrajera, antes de llegar, nuevamente volvío a cruzarse. Para mi incomprensión hizo esto varias veces. Finalmente, me dio las llaves, y descargándose con alguna ofensa se marchó.

Volví al portón del colegio y salude a los muchachos; de uno de ellos me acordaba claramente, del otro no tenía registro, solo sabía que había cursado en el mismo colegio mientras yo lo hacia.
-¿Cómo andan tanto tiempo?- saludé.
-Ey ¿como andás?- respondió Paris, al que recordaba.
Hablamos un poco, de todo, pero finalmente tuve que reconocerle al “desconocido” que no lograba ubicarlo:
-A ver, decime tu nombre completo- le dije.
Me respondió, primer nombre, segundo y el apellido, que ya no recuerdo; en efecto, no recordaba tampoco su nombre; pero sabía que lo conocía. Entonces me invitaron a entrar, en un aula iban a disertar gratuitamente sobre “Lo simbólico imperceptible y su relación con el cuerpo”, y “Nuevas formas de dominación social”; tales eran los títulos, y no pude más que tentarme. Aunque no conocía a nadie más que a ellos dos, acepté.

Entramos y nos ubicamos en medio de la sala, sobre el ala izquierda. Me senté al lado de Paris, sobre una mesa; era el único apoyado sobre una mesa, los demás estaban todos sentados en las sillas. Le Comente que precisamente dos días atrás habíamos hablado de él con Gonza –otro compañero-, y me parecía una inmensa casualidad encontrarlo realmente después de tanto tiempo de no verlo. Esas cosas suceden y sorprenden: cuando alguien deja de existir, para de repente aparecer por varios planos, sea hablado, sea real, combinación que hace del destino un enigma vivo.
Riendo miré hacia atrás y vi la sala repleta. Pero repentinamente los rostros de todos cambiaron el gesto, y la seriedad con que miraban insinuaban que algo malo sucedía en el frente del aula. Miré, y con sorpresa encontré un sujeto, parado en medio, con un arma en la mano; tenía rostro de preocupado, estaba encorvado, y sus ojos traslucían cierta obnubilación: no tuve mejor reacción –quizá por miedo- que ponerme de pie, acto seguido el cual me disparó, dándome en el pulmón derecho. No me dolió, pero pude sentir como mi cuerpo se desvanecía entre los gritos de la gente. La primera sensación fue terrorífica, pero de inmediato me tranquilicé pensando:
-ha llegado el momento de morir, no desesperes.

Mientras caía pensaba en mis últimas palabras, debían ser adecuadas, pues efectivamente serían las últimas. Se me cruzaron muchas cosas por la cabeza en muy poco tiempo; mi mama que le había gritado, mis amigos, mi ex novia, la vida que antes quedaba por vivir –en este punto ya no me resultaba valiosa: presenciar la muerte no era tan temible como imaginarla-, mientras tanto perdía vitalidad, y cuando finalmente quise decir “Ska-p”, ya no tuve la fuerza necesaria ni para pronunciar la primer letra. En ese instante morí (sentí como todo se apagaba; el murmullo a mi alrededor enmudeció, y mi conciencia perdió actividad) y desperté, completamente transpirado, entre las cobijas de mi cama.

2 comentarios:

  1. El momento de la risa seguido del sujeto con el arma es impactante. Me hizo pensar en imágenes risueñas seguidas de una especie de desilusión, como si un niño derepente creciera y no se riera más...

    A veces hay que morir para nacer, no? metáfora que entiendo algo así como, renunciar a algo para dar lugar a otra cosa.

    Creo que es importante tratar de seguir jugando, al menos en la fantasía, y que así el horror no nos deje sin poder pronunciar palabras.

    Lo mismo que a menudo digo de algunas palabras que decís, tus últimos textos me inspiran!

    Un abrazo!

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  2. Lo más impactante fue el poco tiempo que hubo entre mi reacción y el disparo: fue una respuesta a mi pregunta de si se puede hacer algo cuando alguien tiene un arma; se me cruzo esa idea subliminalmente, pero antes de cualquier respuesta el ruido sordido del disparo y el impacto de bala, junto a la llegada dela muerte, me respondieron la pregunta.
    En otro texto llamado Aswich encontré esto:
    "Y el viaje continuaba; el tren recalentaba sus motores y subiendo al maximo su potencia, nuevamente comenzaba a moverse. El paisaje como antes, se volvia pasajero y terminal, e incluso costaba borrar de la imaginación la idea de que ese triste paisaje, lo veriamos por ultima vez. Pero luego de tantas humillaciones, hasta la propia idea de la muerte resultaba insignificante; hasta llegue a gozar de ella en un momento en que dije “bueno, de todos modos la muerte la voy a conocer. Mejor ahora y no tarde, lo unico que pido es no mucha tortura” y nuevamente la satisfacción se desvanecia, y en mi cabeza interrumpia cíclicamente “no me torturen mucho” “no me torturen mucho”…

    La muerte.... todo un tema: para el hombre ¿para todo hombre? ¿hasta que punto es propiamente humano la evasión -el miedo, temor, negación, omisión, olvido voluntario-, de la meurte, y hasta que punto una imposisción de >nuestra< cultura, que quiere cuerpos vivos, jovenes, consumistas, bellos? ¿significará lo mismo la muerte en Samoa, o en las tribus primitivas de Australia, que en occidente? No. Sucede completamente diferente; y en los sueños, que rompen toda lógica, que desafian la cultura y el sentido de cada palabra, que dan lugar a otra realidad, permiten vivir la muerte como algo imprecindible, como un paso por llegar, y no algo a evitar, le quita la drasticidad, y hasta se la acepta "como si" fueramos en verdad animales... y que lindo se siente.. que alivio para el alma cuando el cuerpo ofrece su carne para compartir el peso de la existencia, pues una puramente humana, resulta completamente insoportable.

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