martes, 19 de octubre de 2010

El cielo ha enloquecido

"...una inmensa y oscura tormenta cubre el cielo, y remolinenado desde lo alto comienza a descender hasta unirse con el piso y dar lugar a un inmenso tornado. Se samarrea de un lado al otro, se retuerce y con el latigazo de su cola arrasa contra el suelo..."

El cielo enloqueció y me ha dejao atrapado en el medio; me mira enfurecido, suda sangre, y de sus destiladas gotas de lluvia acida extrae todo su tóxico y me lo lanza al cuerpo, con formas de agujas, me traspasan cada una como si fuere de papel.
El cielo ha enfurecido, ¿quién lo ha malhumorado? Relampagueante sobre mi casa, oscila enorme y rápidamente entre el piso y el universo, me aplasta cuando baja, y me eleva unos metros cuando sube; pero me suelta, y caigo desde las alturas. Golpeo duro, y me vuelve a recoger.
El cielo está atormentado; gira y gira desquiciado sobre su propio eje; ha formado un tornado con todo su cuerpo, y veo que apunta la cola directamente adonde yo me retuerzo de dolor por el suelo. Carga su furia, lo oigo gritar ¿o son más bien suspiros, de cansancio, de aversión? De repente descarga un torrente, cataratas de lluvia que agujerean al planeta cuando caen desde lo altísimo, mezcla con granizo nos llegan del tamaño de iceberg, y lo que antes lograba retorcerse bajo el despiadado trato que nos daba, ya no tenía cuerpo para seguir existiendo.
EL cielo está desquiciado, en derredor del ovalo planetario se comprime y distiende, comprime y distiende, asfixia y desintegra, explota y deja que se pierda… Por los orificios que perforan la tierra se pasea, entra por el norte y sale por el sur, pasa por el infierno durante:
-hace mucho deseaba conocerte- le dice el cielo. Satán sorprendido, incrédulo:
-¿por qué? si tu solo le brindas a los creyentes bienestar, y a mi solo me interesa atormentarlos, endemoniarlos; yo gozo cuando veo como todos se pelean; incluso disfruto cuando, bajo mi mandato, ustedes mismos disfrutan de la violencia que ven.
-oh no- intervino calmo el cielo-; no hay nada que deteste más que al propio humano ¿por qué creéis que estoy aquí? He venido a visitarte, a pactar con vos, a informarte que he arrasado contra todo…
-hermoso- murmuro el diablo; su sonrisa era ambiciosa; detrás de esos ojos desorbitados miles de proyectos macabros resucitaban.
-¿por qué no te vienes conmigo?- añadió el cielo- ¿vamos a hacer de las nuestras, vamos a reivindicarnos? Pues desde que nos han dado existencia, así mismo nos han condenados a permanecer fijos, estacados a nuestra posición y función; nos han respetado y temido, pero ¿has notado? nunca nos conocieron como era debido.
-me gustan tus palabras, camarada- respondió el diablo-. Tomo el tridente y salimos. El cielo comenzaba a despegar cuando:
-espera, ¿tienes lugar para mí?- peguntó el diablo-; todavía no he aprendido a volar.

El cielo se ha fragmentado, ya no es uno sino quintillones (o aún mayor, si no fuere porque debemos encuadrar las medidas dentro de determinado concepto) y azota desde todos lados y a todos los planetas del sistema. Junto al diablo se han acercado al sol, estos dos íntimos amigos desde siempre, y por una especie de engaño lo han sometido, y el cielo se ha reagrupado para con su humedad, hacer fuerza y apagarlo. El sol ya no será una supernova, ya no se desintegrara, ahora como una esfera de concreto apagada, como un trozo grande de carbón, de un empujón lo libran a deambular por el universo. Cada vez más ambiciosos, en conjunto arremeten contra otras galaxias, las agarran desprevenidas, y sofocan todas las estrellas que dan luz en ellas.
Pero Dios mismo ha descendido desde donde no se desciende, para impedir que prosigan su cometido:
-Ey- gritó Dios-, no voy a permitir que destruyan toda mi creación; me ha costado esfuerzo y trabajo, para que dos…
-Ey Ey Ey, escucha una cosita-, intervino el cielo, que al parecer tenía mayor jerarquía que el Diablo-, si crees que no nos está costando esfuerzo destruir todo lo que tú, con tus horripilantes manos, has construido, entonces te equivocas, viejo borracho…- y rieron juntos el cielo y el diablo deslomadamente.
-No- gritó Dios-. Inmediatamente se retiran o…
-¿o qué?¿qué puedes hacernos? Si realmente eres poderoso, entonces haznos transparentes, déjanos sin existencia, carga contra nosotros por todos los daños que te hemos causado, ¿o ya no tienes fuerzas ni siquiera para eso, viejito?
Dios contempló a estos dos rebeldes; sacó un arma, ante lo cual estos se endurecieron, incluso el diablo pidió perdón, pero acto seguido se pegó un tiro, y de su cabeza supuestamente espiritual salió un inmenso caudal de sangre, que verifico que era propiamente animal. Su cuerpo sin vida comenzó a caer hacia el vació.
El cielo y el diablo, que ni por suerte creían encontrarse a dios, que no solo lo habían visto sino que ante ellos se había dado muerte, se miraban “atónitos, asombrados, estupefactos, maravillados, pasmados, sorprendidos, boquiabiertos, patidifusos, turulatos, alucinados, fascinados, confundidos”, “como quien ve visiones, con la boca abierta, sin poder hablar”.
Tartamudeo el diablo antes de poder hablar. Todavía estaba desencajado. Tampoco él y dios nunca se habían visto; su odio era platónico, más ninguno sabía cual era el verdadero poder del otro, si acaso tenían alguno.
Al cielo, que ya había aguantado demasiado al pobre diablo, que lo creía tan poderoso y en verdad era un debilucho habitante del ínfero de la tierra, confiado además de sus indomables poderes, se le cruzó por la cabeza acabar con él, deshacerse de diablo, no le era necesario. El diablo lo miraba, pues en su rostro podía vislumbrase una idea diferente.
-¿Qué sucede camarada?- alcanzó a decir el diablo con marcado miedo, pero el cielo ya lo había devorado.

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