jueves, 18 de noviembre de 2010

Cuando uno menos lo espera

Venía andando en bicicleta, cansado, o más bien, relajado. Había estado haciendo ejercicios en el Parque de Mayo. De repente, al pasar una esquina, dos motos con cuarto chicas me arriban, una de cada lado, y bien cancheras como eran comenzaron a piropearme. Lo hacían de ambos lados, por lo que no me decidía a mirar para ningún lado. Para apreciar mejor el botín, solté el manubrio y me senté holgadamente sobre el asiento. Ahora sí. De un lado me decían cosas tiernas, del tipo “bombón, que lindo que estás”, o “papito, como tendrás ese pi…”, o “rubio de mi corazón”… del otro lado, en cambio, comenzaron con “si te agarro te parto todo”, o “tengo entre mis piernas la sabia de tu placer”, o “si me vieras cabalgando no agarrarías nunca más esa bicicleta”… Me causaban tanta gracia los unos como los otros, sin embargo me resultaban más cómodos los tiernos. Pero, para ser sinceros, respondía más atentamente a los groseros. En efecto, cuando me decían “te rompo todo”, yo respondía “ehhh ¿tanto?” acompañando las palabras con un exagerado gesto de sorpresa. Anduve media cuadra en la gloría, pensé que ese había sido un día verdaderamente fortuito. Pero, inesperadamente las que piropeaban groseramente, comenzaron a reírse de mí confidencialmente; no comprendí de inmediato, pero sin mayor disímulo, comenzaron a blasfemarme, diciendo que no era lindo, sino feo, y que me parecía “más a un mosquito que a un chabon” por la “nariz enorme”, “poseada”, “como un yunque con cráteres”, que tenía. Las miré seriamente, no me agradaban sus palabras. Con mi nariz se puede joder, pero siempre que me incluyan en la risa. Si ríen de mi, no lo tolero.
-Pero mírense ustedes- respondí- gatas desesperadas, están tan solas que piropean a cualquier vago-.
Rieron, “gatas desesperadas” repetían.
-Si si, vayan, dale, ¡que me aburren!- dije gritando. Las que estaban a mi derecha, las tiernas, permanecían calladas. Constantemente avanzábamos hacia la esquina.
-Muerto que sos- me dijo la que iba sentada atrás. La de adelante se limitó a sacarme la lengua.
-¿Y ustedes?¿qué hacen molestándome? Porque no hacen otra cosa que molestarme.
-cállate narigón- agregó la que manejaba-; pura trompa- me dijo la acompañante.
Las miré descabezado, un minuto más y saltaría sobre ellas.
-Hijas de puta…- alcancé a gritar con marcado nerviosismo, pero ellas ya se retiraban a toda maquina, como si nada de lo que hacíamos le interesare.
-Estas minas están re locas- les dije a mis piropearas tiernas. Asintieron levemente. – Y ustedes ¿también me vienen a fastidiar?- pregunté con clara irritación.
-no- respondieron a la par. –para nada. No se que les paso a las chicas. Las conocemos poco, pero no pensamos que eran tan desacatadas.
-¿en serio?- pregunté.
-sí, posta-. Atiné a reflexionar, pero la que manejaba añadió:
-Y para mí eres lindo en serio- con timidez, ocultando la cara para reír; la de atrás le festejaba el atrevimiento, y compartía con ella su opinión.
-¿cómo se llaman?- pregunté.
-Martina- respondió la que iba adelante-; Sofi- la de atrás.
-Ustedes también son muy lindas- dije-, demasiado.
Reímos todos. Que buena onda había entre los tres.
Algo en ellas me cautivaba enormemente, me excitaba con intriga, me excitaba el abdomen. “Algo que se recibe por las feromonas, pero que no se percibe”, la tan denominada “química”.
-Y vos ¿Por qué decís que somos “demasiado” lindas?- preguntó, atrevida, Martina, meneando el cabello.
-y- preparé el discurso- porque puedo tener intenciones disparatadas con ustedes, y de no poderlas cumplir me voy a sentir muy mal.
Rieron alevosamente.
-¿y cuales son tus intenciones?- preguntaron.
-No chicas, es broma- dije desviando la conversación, pero para que ellas mismas la retomen, agregué: - además, ustedes vinieron a mí, creo que yo les debo preguntar ¿Cuáles son sus intenciones?
Para esto llegábamos a la esquina. Venía un auto, y discordando, ellas se adelantaron a pasar, y yo frené, dándole paso al auto. Retome el pedaleo, y ellas me esperaban, avanzando lentamente en la moto. Mientras las alcanzaba podía ver que murmuraban algo entre ellas. Me hice el distraído al emparejarlas.
-Ya hemos pensado en cuales son nuestras intenciones- dijo martina, que era la que más hablaba, aunque la otra era para mí más linda.
-Díganmelas- respondí contento.
Al ver que no encontraban las palabras justas para comenzar, ayude quitándole gravedad a la confesión, insinuándole que de mi parte, todo estaba permitido.
-queremos probar algo nuevo- irrumpió casi violentamente Sofi.
-queremos sexo de a tres-terminó aclarando Martina.
Más información no necesitaba. En efecto, estaba todo cantado.
-ah. Bien- dije aprobando su manera sintética de expresase-. En mi casa podemos darnos el gusto. Mis viejos no están casi nunca, pero si llegan a estar, no tenemos que darles muchas explicaciones. Vamos a mi pieza y ya está, “a la computadora”.
Se miraron consultando, y afirmaron de inmediato.
-Buenísimo- dijo Sofi.
Mientras avanzábamos las guiaba, dirigiéndonos hacia mi casa. Era increíble aquella oportunidad, ¿no sería otra broma, solo que más pesada que la que me habían tendido las piroperas burdas?
-¿Tenés novia?- preguntaron.
-No. ¿Ustedes?
-Yo sí- respondió Sofi, riendo infiel: se mordisqueaba vergonzosamente la uña, y era tan linda-; ella no- señalando a Martina.
-Está bien- le dije a Sofi-, nada dice que haya que atarse a una sola persona. Disfrutamos del sexo, ¿no? Por qué reprimirlo…-. Un segundo de silencio, y les pregunté:
-¿son lesbianas?
Afirmaron ambas a la vez. Me refregué las manos de alegría. Tan solo imaginarlas, que sensual el cuerpo de la mujer: sobre otra mujer… o sobre mí. En este momento las veía a ambas sobre mí, disfrutando de nuestra juventud, belleza que se pierde con los años, y efectivamente, cuesta suplir por otros medios.
-¿y ya han estado encamadas de a tres?- continué indagando.
-Entre tres mujeres sí, pero con hombres no- respondió Sofi.
-Ah, ¿es algo nuevo de verdad?- dije bromeando-, también para mí.
-¿Nunca has tenido trío?
-No- respondí. –De hecho nunca he tenido sexo.
Me miraron desconcertadas las dos. Se les caía la cara. ¿Decepción?¿Había revelado algo secreto?
-¿posta?- preguntó Sofi en cuanto salió del turulato suspenso patidifuso en que la había dejado, boquiabierta, la confesión.
-Sí- dije algo avergonzado.
-Que casualidad boludo. Nosotras dos nunca tuvimos sexo con un hombre. Somos “vírgenes”.
-¿y tu novio?- pregunté.
-con el ando hace poco-respondió Sofi. Y ando por plata. Me cabe andar en el auto que tiene, conocer la joda en la que anda, pero no pasa nada, y como me hago la reservada, el no exige mucho.
-pero yo no tuve porque no pude, vos que podes…
-yo tampoco quería. Yo quería debutar por primera vez en compañía de una mujer y un hombre. Un hombre a solas conmigo, no me satisfacía para la primera vez. Considere esa una oportunidad irrecuperable, así que, como también me gustan las mujeres, quería hacerlo de a tres.
-Muy bien- dije, afirmando con la cabeza.
-¿y vos?- dirigiéndome a Martina, pero yo solo podía pensar en no embarrar de ningún modo la situación, en que por nada del mundo aquello no concluya, mientras Martina me hablaba. Necesitaba ser convincente. Actuar como un toro, sí, bien de Tauro que soy. Pero ¿ahora que sabían que yo era virgen? Pues tanto más, debía volverlas locas, energía acumulada tenía de sobra.
-Somos los tres vírgenes- añadió Martina-, ¿saben lo que podemos llegar a hacer?- dijo relamiéndose de ganas.
-Una experiencia inolvidable, para los tres, la recordaremos por siempre.
-Lleguemos que no me aguanto.
-¿Tenes preservativos?
-Los compro en la esquina de casa. Yo los pago, yo los invito.

2 comentarios:

  1. Bueno me imagino que en ese momento despertaste de aquella fantasía y te enojaste al saber que todo era un sueño Francisco, buen relato, bien llevado, felicitaciones
    saludos

    ResponderEliminar
  2. Opino igual que Pedro, me gustó, me entretuviste xP Saludos

    ResponderEliminar